08.5- Steve Rogers/Bucky Barnes

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Maratón 1/4 ¡Disfrútenlo!

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ADA

Seré honesta. Las primeras semanas luego de despertar, fueron horribles. Le tenía miedo a todo, hasta a los exámenes que día a día nos hacían a mí y a Steve para evaluar nuestra condición. Prefería quedarme en la habitación que me habían asignado, leyendo los libros que Steve me llevaba.

Hasta que un día entendí que no podía seguir así. El director Fury me había dejado en claro una cosa: yo era libre. Al fin era libre de salir de mi habitación las veces que quisiera, al fin nadie me obligaba a permanecer entre cuatro paredes todo el tiempo.

Así que salí.

Comencé con paseos cortos por todo el edificio. Hablaba con gente, preguntaba cosas y aprendía de sus conversaciones. Me sorprendió su interés en mí. Querían conocerme, hablar conmigo. Me admiraban, y eso fue disminuyendo mi miedo y retención poco a poco. Luego, en los siguientes días, me atreví a salir del complejo y visité las calles de alrededor con Steve. Incluso un día fuimos al Smithsonian y recorrimos la exposición que hablaba de él, de Bucky y de mí. Nos pareció tan raro, tan irreal. Pero poco a poco nos acostumbramos a este mundo, entendimos que no había vuelta atrás y decidimos darle una oportunidad a este nuevo presente, a nosotros.

Y ocupo esa palabra porque terminé acostumbrándome a la presencia constante de Steve a mi lado, a su sonrisa, a la forma en la que me cuidaba. Me acostumbré a que casi todas las noches cruzara el pasillo desde su habitación a la mía y se recostara a mi lado sin decir nada, sólo para amanecer abrazados y pretender que nada ocurría.

—Estás rara —dijo Steve una tarde en la que veíamos una película en su habitación. Normalmente nos peleábamos las palomitas, pero ese día yo ni siquiera las había probado. Acababa de escuchar que Steve estaba buscando un departamento en Nueva York.

Un departamento para irse, para alejarse de mí.

Y no me sentía bien con la noticia.

—Estoy bien —murmuré, subiéndole el volumen a la televisión. No quería hablar, porque sentía que si lo hacíamos, si él admitía que se iba y que me dejaría ahí, me echaría a llorar.

—Ada, algo te pasa —detuvo la película y se volteó a observarme con esos ojos azules tan claros. Lucía tan bonito como siempre; llevaba una musculosa blanca y un pantalón deportivo, y tenía el cabello rubio desordenado de tantas veces que se había pasado la mano por la cabeza. 

Pensándolo bien... él igual estaba raro. Nervioso. Tal vez no sabía cómo decirme que esa tarde de películas sería la última que pasaríamos juntos.

—Estoy bien, Steve.

Él soltó un bufido y movió la cabeza.

—Pensé que confiábamos el uno en el otro.

Steve Rogers / Bucky Barnes ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora