One shots y mini series de dos de mis personajes favoritos de Marvel, con diferentes temáticas.
Nota: Las diferentes protagonistas dentro de este libro, tienen nombres específicos. No utilizo "(T/N)" ni "_____".
Portada provisoria.
Todos los derecho...
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STEVE
A pesar de llevar varios años descongelado, me costaba aceptar que esta era mi nueva realidad, en un mundo veloz guiado por la tecnología. Demonios, si tan sólo hubiese podido volver el tiempo atrás, habría regresado con gusto...
Salvo por un pequeño detalle. Uno que veía todas las semanas en el Smithsonian.
La proyección del video terminó dejándome con una sensación amarga de melancolía y tristeza. En ese video estaba mi yo del pasado, Bucky, mi antiguo equipo y... Peggy.
Todas esas imágenes, que se proyectaban a diario en el museo, formaban parte de mi vida pasada, una que quedó sepultada en el hielo hace más de setenta años y que extrañaba día a día.
—...así como pudimos apreciar en el anterior video. Peggy Carter, luego del fin de la segunda guerra mundial, se unió a otros amigos y colaboradores formando así una división especializada en antiterrorismo y logística, la que más tarde se convertiría en S.H.I.E.L.D.
La joven guía del museo continuó con su discurso y no pude evitar observarla más de lo debido. Era linda, no muy alta, con un cabello castaño hasta sus hombros y ojos marrones. Llevaba ropa casual, jeans y zapatillas, y hablaba con una naturalidad admirable.
Había días en los que me preguntaba si iba al museo por los recuerdos o por ella.
—¿Tienen alguna pregunta?
Todos los asistentes guardamos silencio por un momento, pero por primera vez en todas mis visitas, me atreví a levantar la mano.
—¿Sí...?
—James —murmuré el primer nombre que vino a mi mente.
—James —ella me sonrió—, ¿cuál es su pregunta?
—¿Qué más puede decirnos de Steve Rogers?
—Del Capitán América puedo decirle muchas cosas, entre ellas los logros de su división y el proceso que lo llevó a convertirse en supersoldado. De Steve Rogers, el hombre bajo el traje... temo que no puedo decirle mucho.
—¿Por qué no?
—Jamás lo he conocido.
Ella continuó paseándose por el pequeño auditorio del museo contestando otras preguntas irrelevantes, y cuando el tiempo se acabó, nos despidió con cordialidad.
Me alejé convenciéndome de que le hablaría la semana siguiente... pero en el fondo sabía que no sería así. Yo era demasiado tímido e inseguro sin el traje; eso jamás cambió.
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