13.2- Steve Rogers

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EPÍLOGO

STEVE

Miró alrededor. 

La cocina estaba a oscuras.

Todavía había loza sin lavar en el lavaplatos.

Reconoció el biberón de Sarah en la encimera y sintió que una fuerza invisible le apretaba el pecho. La sensación de pérdida lo comenzó a ahogar en la forma de un dolor sordo que amenazaba con matarlo.

Y de pronto...

—¡¿Steve?!

Fue como volver a la vida.

—¡Nina!

Salió corriendo de la cocina, siguiendo esa preciosa voz.

—¡Nina!

Se detuvo al pie de la escalera y vio su silueta apuntándolo con una pistola desde el piso superior. Temblaba.

—¿Eres...?

—Soy yo, amor.

Nina soltó un sollozo de alivio bajando la pistola y corrió hacia él. 

Se encontraron en medio de la escalera y Steve la envolvió en sus brazos al mismo tiempo que Nina se colgaba de su cuello. La apretó contra él con fuerza, sintiéndola. El dolor en su pecho se había transformado en alivio puro, en esperanza. Tenerla contra él y saber que estaba bien después de lo que había pasado y de tantos meses separados...

—Pensé que te había perdido... —Nina ahogó un gemido y Steve volvió a sentir que su sangre se helaba—. Nina, ¿dónde está Sarah? 

—Ella...

—¡Nina!

—Está bien... está dormida en la cuna...

Fue el turno de Steve de soltar un gemido. Pero de puro alivio.

—No me asustes así —volvió a apretarla contra su cuerpo y se fundieron en un abrazo largo y silencioso por varios segundos en los que nada se escuchaba... con excepción del boom de sus corazones.

—Vamos —susurró Nina.

—¿A dónde?

—A que saludes a tu bebé.

Nina tomó su mano y lo guó escaleras arriba, hasta la habitación de Sarah. Su hija estaba dormida en la cuna, luciendo tan pacífica, tan tranquila y tan...

—Está enorme —susurró Steve, inclinándose para acariciarle el cabello—. Está... tan grande.

—No le gusta el pescado —dijo Nina—. Patalea cuando debe comerlo.

Steve sonrió.

Se había perdido tanto de ella. 

Tanto.

Ni siquiera tenían una foto juntos.

Si Sarah hubiese desaparecido... no le hubiese quedado de ella nada más que el recuerdo en su memoria. 

Y eso ya no podía seguir así.

—Volviste por nosotros —susurró Nina. 

Steve le rodeó la cintura y juntos contemplaron a su hija dormida. El tiempo se detuvo, y no existió nada más que ellos tres en la pequeña habitación, ajenos al peligro y caos que reinaba en todo el mundo.

—¿Acaso lo dudaste? —susurró Steve.

Nina cerró los ojos y le apretó la chaqueta del traje con las manos.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2023 ⏰

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