19. Lágrimas de alquitrán

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          Estaba rota por dentro, nadie le había enseñado a arreglar algo que estaba a piezas, y si le habían inculcado algo era a desechar lo inútil, y ella era una inútil. Le pesaba el cuerpo tanto que se le hacía imposible levantarse de la cama. Lo intentaba, pero era como si estuviera atrapada en una densa masa de incertidumbre y desasosiego. Como nadar en alquitrán; para ella era como nadar en alquitrán, así se sentía. Sentía qué cada lágrima que recorría su rostro era un pegote denso de alquitrán que la iba hundiendo más y más en su miseria, que la iba dejando sin aire de manera lenta y desesperante. Que cada bocanada de aire inmerecida era un lujo del que algún día tendría que prescindir, y el único que de manera irónica le hacía tener esperanzas.

          Le brindaba la efímera ilusión o quizás una verdad mal infundada de que algún día si no bien por su pie o por una mano amiga, la tempestad habría llegado a su calma.

          Pero mientras miraba el techo de su mugriento cuarto, contando cada pegatina de estrella brillante que en esos momentos se le tornaba como la representación de cada uno de sus fracasos; cavilando, se pregunto: "¿qué es más cobarde, el suicida que por no querer seguir luchando sesga en su afán de vivir; o el que sigue viviendo por no tener el coraje para dejar de sufrir?"

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now