Siempre me decía que estaba lleno, que tendría por y para miles de años. Pero nadie estaba más vacío que él. Irónicamente su corazón lloraba porque de lo que estaba lleno era del vacío de un amor por la vida, la cual, se negaba a corresponderle.
Antes de que sus latidos dejasen de escucharse por el transmisor de la sala, me miró y repitió: "No te preocupes, cariño, estoy lleno". Apartó el plato a medio comer con toda la delicadeza que puede tener una mano huesuda y temblorosa. Se limpió los labios; se acomodó para mirarme por última vez. Sonrío, permitiéndose cerrar los ojos para no abrirlos nunca más.
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Microrrelatos
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