7. No siempre es Dios quien escucha las plegarias

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Un pintor se obsesionó con su retrato; se obsesionó tanto que todas las noches le dedicaba unos minutos a deleitarse perdiéndose en la mirada de aquella chica inexistente; entre ensoñaciones se imaginaba que la conocía y con el tiempo no tardó en dedicarle unas palabras cada noche entre susurros. Tampoco tardó en empezar a soñar con ella; cada noche se hacía más real para aquel fracasado pintor aquella idílica fantasía. Tanto rezó por aquella ilusoria muchacha que los meses pasaban y el artista y su obra se habían obsesionado el uno con el otro; de tal manera que sus plegarias acabaron por ser escuchadas.

Una mañana despertó y al abrir los ojos divisó la habitación desde la posición en la que estaba el cuadro o debía estarlo; no podía moverse ni un ápice, ya ni pestañear podía; pero junto a él pintada se hallaba la chica abrazándole por el brazo.

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now