5. A nadie le importa un yonkie menos

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               Ahogarse en alcohol es igual de desagradable que ahogarse en el lodo. La ignorancia suele hacernos feliz; pero el masoquismo por saber aún más consigue eclipsarla, y nos puede. Tenemos la sensación de que aprenderemos a manejar lo que ni si quiera somos capaces de tragar. Aunque la realidad es que el truco está en tragar lo justo y necesario antes de empezar a sentir que te falta el aire; aunque a veces estemos dispuestos a ahogarnos más de lo necesario por buscar respuestas innecesarias; si supiésemos controlar la información no tendríamos por qué ahogarnos.

               Al principio parecía una tontería, un recuerdo aislado, un frame de algún film; alguna foto... No era una imagen nítida, sólo se intuía en mi cabeza y me martilleaba las ideas. Desde que me había despertado en aquella cama de hospital estaba seguro sólo de dos cosas: De que me llamaba Zein sólo porque lo ponía en el DNI y de que aquella era mi familia porque salíamos juntos en demasiadas fotos como para negarlo.

                Durante una semana o dos no pare de escucharles repetir y repetir que había tenido un accidente de coche, que trabajaba en no sé que sitio, de mi gran cortesía, educación, mi buena fe... Pero yo no paraba de sentir que encajase con ninguno de esos adjetivos ni ninguna parte de esa vida que tanto contaban como si fuese un cuento.

               El no sentir que encajaba con ninguna de esas cosas se me volvió un auténtico infierno; un verdadero quebradero de cabeza. No paraba de forzarme a recordar, de forzarme a encontrar lo que creía que era... Entonces volvió ese frame, y empezó a volverse más claro; con él vinieron más sobre la chica de melena dorada y ojos canelos; sonrisas crueles y andares obstinados. No digo que yo fuese un santo, pero ella tampoco lo parecía. Sólo entonces aquella imagen se volvió tan nítida que pude divisar y casi que oler la sangre derramada por todas las partes de esa habitación. Le había estado dando tantas vueltas a todo aquello que creí empezar a recordar y eso me asustaba. Porque alguien estaba muerto. Aunque he de decir que hasta muerta era una belleza salvaje de esas que se encuentran bien poco.

               Me volví loco; saqué todas las cajas del sótano; todos los documentos, fotos, objetos... Todo. Si tantas imágenes tenía de ella en mi cabeza tenía que aparecer algún indicio de su simple y llana existencia por algún lado. Me obsesioné con saber quién era la rubia platino; y aún más cuando mi familia intentó que lo dejase. Entonces lo encontré: un viejo anuario; y la encontré a ella bajo el nombre de Diana Méndez. La chica existía y si existía tenía que estar en algún lado. Me deje de pensar en películas; supuse que a esas alturas estaba muerta, no lo dudaba, el recuerdo era demasiado amargo e intenso como para dudarlo. Era otra de esas cosas de las que estaba seguro.

              Empecé a buscar rubias muertas recientemente; y no apareció nada. Habría sido, quizás, más acertado buscar en las desaparecidas. Descubrí una vieja lata con fotos y recuerdos entre los tablones de mi cuarto y con ello supe quién era más allá de su nombre. Teníamos una relación; no muy sana por lo que se veía, nos gustaba de ir de bar en bar, nos metíamos de todo... Hicimos muchas cosas reprochables por lo que ponían en los recuerdos de esa caja con olor a maría. A esas alturas tenía sentimientos contradictorios, por un lado, sentía que encajaba más en esa descripción caótica; pero por otro; la chica estaba muerta y a nadie parecía importarle.

              Un fin de semana, con toda la familia en una de esas cenas familiares, justo antes de los postres decidí tirar todas las fotos de ella y recuerdos banales sobre la mesa.

               -     ¿Qué demonios significa esto?- exigí mirando tras mis ojeras a todos los presentes; teníamos los nervios a flor de piel aunque por motivos diferentes. Estos titubearon, trataron de hacerme ver que lo que le hubiese pasado a esa chica no tenía nada que ver conmigo. Otra mentira tras otra mentira; estaba harto, harto de que me engañasen de que no fuesen claros de que no contestasen a mis preguntas. Así que con aquella respuesta sólo pude intuir que ellos la habían matado. Después de todo no era una relación sana y todos sabemos lo que son capaces de hacer los padres, por muy irracional que sea, por salvar a un hijo. Volví a ver esa escena; esta vez tan nítida que supe reconocer la habitación. Mi habitación; justo en la que había estado durmiendo todos estos días. Enajenado cogí el cuchillo y los amenacé- DIGANME QUÉ HAN HECHO CON ELLA- se hizo el silencio, la tensión podía cortarse con el mismo aliento de los allí presentes. Ese silencio lo rompió mi abuela; quien me miró con seriedad y la altividad con la que te miran las señoras con clase.

               -     Mejor pregúntate qué hiciste tú con ella, Zein. Sólo pretendíamos protegerte de ti mismo, que hicieses borrón y cuenta nueva, no nos juzgues por ayudarte a ello, hijo. Era una mala influencia para ti, nunca te hemos echado la culpa de nada...- entonces todo encajó, las imágenes vinieron de golpe. La noche aquella, las drogas, el alcohol, la discusión estúpida de colocados, el cuchillo... Ella era demasiado cruel con sus palabras y yo no supe lidiar con ello ni con mi agresividad... Yo la mate; como Sid a Nancy. No era la primera vez que llegábamos a las manos, pero sí la primera en la que el factor cuchillo entraba en la ecuación...

               Después de aquello al despertar del trance y la enajenación mental sólo quise acabar con todo; cogí el coche y aceleré a estamparme contra un árbol. El cuerpo jamás se encontró porque fue mi familia quien se deshizo del mismo; así que la policía no lo supo nunca y jamás se sabría porque a nadie le importa un yonkie menos.

               Ahí fue donde todo empezó de nuevo, una segunda oportunidad; donde comenzó todo por segunda vez, borrón y cuenta nueva; pero lo volví a joder, y me ahogue en ese mar de verdades que habría sido mejor haber dejado atrás.

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now