12. Rendirse por última vez

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            Tengo los ojos abiertos, una sombra traslucida se aproxima hacia el borde de mi cama, el reflejo provocado por la luz de la luna le cede algo de nitidez, y veo a mi ejecutor tras un cínica sonrisa que se esconde tras un blanco velo.  Cuento cada segundo en el que mis músculos permanecen inmóviles sobre el colchón mientras le rezo a un Dios, en el que no tengo fe, para que me salve.  Mis labios no pronuncian una sola palabra, quieren gritar, mis piernas correr, pero la curiosidad que en el fondo me invade se pregunta: quién y por qué. 

            Se me estaba haciendo una eternidad, el cuerpo me temblaba y aquella sonrisa de oreja a oreja se volvía cada vez más y más grande. La mano huesuda y venosa de aquella mujer se acercó lentamente hasta agarrar mi gaznate, obligándome a mantener la mirada fija sobre aquellos  afilados dientes; y su mano helada comenzó a aprisionar mi cuello, la sensación de ardor y de asfixia comenzó a sacudir mi cuerpo en un temblor que desapareció en el mismo instante que cerré los ojos para rendirme por ultima vez.

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now