2. Una anónima más

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               Cuando el cielo se teñía de negro y el reloj marcaba la hora de dormir mis ojos permanecían abiertos como si tuviesen miedo de que al cerrarse no fuesen a volverse a abrir. Tenían tanto miedo de que el viejo volviese a invadir mis sabanas, o quizás de que esta vez asestase un golpe bien dado en mi pequeño cuello e hiciese un fructífero crack que se les hacía imposible un "dulces sueños".

               Tras varios años de insomnio voluntario, del castañear de huesos y de crecer a lo alto dicen que la locura llamo a mi puerta justo en el mismo momento en el que al conciliar el sueño, por fin y por primera vez en mucho tiempo; sentí su mano posarse en mi hombro.

                ¿Qué si lo recuerdo? Cada segundo de mi vida; aún puedo sentir la sangre salpicarme y el cuchillo entre los dedos.

                ¿Qué si me arrepiento? Déjame preguntarte: ¿él lo hizo alguna vez?

               Y ahora te contesto: No, no me arrepiento; es más: lo repetiría; sólo que si pudiese volver a hacerlo me habría jactado y me habría largado muy lejos a empezar de cero para dejar de ser "la chica enajenada que mató a su tío por algo más que unos maltratos" y ser una anónima más ante los ojos de las calles.

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now