El Deseo de Mi Amiga (Cambio de cuerpo)

XIII: Respuestas

200 años atrás...
Solo existe una magia tan poderosa para competir con las dos principales (oscura y luminosa), todos los grandes magos se han concentrado en una de ellas, usándolas para conseguir sus metas, sus ambiciones... Y esa magia se ha descuidado, el deseo es uno de los mayores impulsos humanos, y es capaz de cambiar el curso de la vida tal cual la conocemos. El señor del placer es uno de los demonios mayores que vive en el infierno, y unos pocos son los que se atreven a contactarlo. El primero que lo hizo llevaba por nombre César, un hombre pobre que amaba con gran intensidad a una de las princesas de su región, soñaba con ella y siempre que no podía verla su vida perdía sentido, buscó entre los libros de la aldea algo que pudiera ayudarlo, hasta que encontró uno que mencionaba la existencia de los demonios del anillo central, cada uno con una utilidad diferente, el que más le llamó la atención era Dakkleer, el del deseo; su ilustración lo mostraba como un ser lascivo, de aspecto humanoide con dos grandes cuernos sobresaliendo de su frente y una sonrisa aterradora.

Comenzó a investigar más, y tras un viaje a un pueblo que dejó de existir mucho tiempo antes de que naciera consiguió el hechizo para hablar con él. Al llegar la luna llena, el momento en que el portal al infierno se abriría estaba frente a él, sus manos temblaban, se encontraba dudoso ¿Qué pasaba si cometía un error? ¿Y si las leyendas de la maldición demoníaca eran ciertas? Todas esas incertidumbres se acumulaban en su cabeza, pero no se detuvo, la idea de estar con la princesa lo cegaron. Encendió las velas y recitó el conjuro, inmediatamente después de que la última palabra salió de su garganta las llamas de fuego se alzaron cambiando su tonalidad a un rojo vivo, como la sangre; el hombre intentó retroceder lleno de miedo, observó la única ventana abierta, la luna se ocultó detrás de las nubes, el aire se volvió frío y áspero, le era difícil respirar en esas condiciones y fue justamente ahí cuando la figura surgió de entre la oscuridad. No podía distinguirla totalmente, como si sus ojos no fueran capaces de detectar las fornas que lo conformaban... Se intentó levantar, pero una fuerza lo obligó a caer de rodillas.

-¿Qué es lo que quieres? -Le preguntó una voz tenebrosa, no sabía de dónde venía, era como si estuviera en todas partes.

-¡¿Qué es lo que quieres?!

-Yo... Yo... Quiero estar con la princesa.

-Así será.

Sin más toda su casa comenzó a incendiarse, se levantó lleno de miedo y corrió hasta una de las puertas, sin embargo, por más que se esforzó en abrirla esta parecía estar muy bien cerrada. Observó el momento en que las llamas se alzaban y lamían con delicadeza el techo, podía percibir el fuego casi sobre el, achicharrando todas sus cosas, se dio cuenta también de que el libro que incluía el hechizo de invocación ardía con un fuego violeta. Cerró sus ojos y deseó jamás haber tenido esa idea, el fuego llegó hasta él... Pero cuando volvió a abrir sus ojos ya no estaba en medio del incendio, en vez de eso se encontraba sobre una cama gigantesca, se movió y vio un gran retrato de él pero con vestimenta refinada y una gran corona adornando su cabeza.

Salió corriendo ¿Qué era lo que había pasado? Pero se cruzó con varias personas que le hacían reverencia. Él era el nuevo rey y su amada era ahora su mujer. Por años vivió alegre, teniendo una familia feliz, olvidando todo lo que tuvo que hacer para conseguir aquello; muy en el fondo el miedo seguía consumiendolo, en aquel libro que tuvo se menciona a que el favor de un demonio costaba bastante y que se recomendaba no hacerlo jamás, pero intentaba ignorar esa información a toda costa.

Cuando su hija mayor alcanzó la adultez sucedió lo que esperaba, el castillo fue atacado por una sombra oscura, sintió los escalofríos recorriendo su cuerpo, tomó una espada y corrió lo más rápido que pudo, todos los demás parecían estar congelados en el tiempo, inmóviles como si fueran de piedra. Cuando entró a la habitación observó a su hija, flotando como un espíritu y justo detrás aquel mismo demonio, con una macabra sonrisa, una fuerza le obligó a arrodillarse.