7. Hola, soy Gazú y él es Campanito.

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Capítulo VII

— ¿Sí? ¿Car, estás consciente que son las tres de la madrugada? ¿Dónde estás? –regañé, pude oir silencio y lluvia cayendo sobre el suelo como si estuviese en plena calle.

— ¡Alooo!... ¡Oye! ¡Jaime! ¡Pasha por mí!

— ¡Por tu madre, Carrie! ¿Estás borracha?

— ¿Yo? —Rió— Tú sabes que yo no be-be-bo.

Fabuloso. Está borracha.

— ¿Dónde estás? — repetí con más eufemismo.

—Estoy... ¡hip! Pues en un planeta, burro.  Creo...que en Marte. O miercole o jueve.

Dios ¿cómo puedo hablar con una ebria?

— ¿Dónde estás? ¿Qué vez a tu alrededor?

—Pues...— rió nuevamente—  hay un enorme toro dorado mirándome... ¡shu! ¡Oye, tú que me ves! ¡Olé, toro!

—Te llamo luego.

Rápido busqué "toros nueva york" y luego de entrar a páginas en donde vendían ganados encontré un lugar en donde había un toro falso.

— ¡bueno! –contestó gritándome, me alejé del celular- ¿¡vinees o nou!?

— ¿Ves árboles y muchas luces?

— ¡Ya te dije que un toro! Eres bruuuto....

— ¡Estas al otro lado de la ciudad! —Le reclamé, pasé una mano por mi frente agotado— Ok, no te muevas ¿me oíste?

— ¡muévete, Jaime! O me voy con Campanito... ¡Arre, Campanito!

— ¡Carrie! ¡Bájate del toro!

¡Demonios el saldo se acabó! Maldita pobreza.

Genial, mi loca chica está montada en un toro al otro lado de la ciudad y donde seguramente hay nieve y si tiene suerte lluvia. Jesús...

Arranqué espantosamente, acelerando al máximo para poder llegar al parque Bowling Green cerca de Wall Street, donde seguramente está montada en la estatua de Wall Street Bull.

Seguí incrementando la velocidad hasta que ya no pude más, estaba  sufriendo  por ella, sentía vergüenza ajena. Espero que no haya gente a las tres de la madrugada por ahí, o por lo menos no hay paparazis.

Podía ver el parque a distancia el parque, me estacioné y bajé del auto.

Miré a todos lados... aunque escuchar era todo lo que  requería para hallar a Carrie. Porque... nadie canta "soy un cacahuate"  a las tres de la mañana en medio parque y con tremenda ola de frío.

— ¡Ya bájate, revoltosa malcriada! –le grité. No pude contener la risa al verla montada en ese toro, agitando su abrigo en el aire circularmente como si estuviera cabalgando enserio- ¡bájate ya, vaquerita! ¡El rodeo terminó!

— ¡Soy un cacahuate, SÍ! ¿Eres un cacahuate? —Me preguntó.

— ¡Sí!  ¡Todos somos cacahuates! ¡Ahora bájate de ahí!

Vaya...vaya... vaya...

Increíble pero cierto, Christopher estaba acostado durmiendo junto a Owen...tirados ahí como trapo en media nieve. Más  una rubia y London también se incluía.

Me apresuré a bajarla a la infantil de Carrie por las caderas para luego ponerla sobre mi hombro derecho como si fuese un saco de papa, ella pataleaba pero seguía cantando.

Perros y gatos no se juntan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora