8. Las palomitas son buenas para la rabia.

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****Carrie****

Me encontraba desconcertada por lo que acabó de decir SoK, ¡tenía que ser una locura! qué el me haya conocido cuando éramos niños sonaba demasiado Hollywoodense ¿Qué ganaba con bromear acerca de eso?

— ¡Oliver! —llamé, seguí hasta la cocina donde justamente estaba leyendo el diario. — Hola, lamento aparecer hasta ahora.

—Estoy cansado de que nunca obedezca —dijo con ojos en el periódico, se acomodó los lentes y suspiró de forma cansada para por fin alzar su vista hacia mí —. Me preocupé por usted toda la noche —dice—Al igual que su novio. Llegó temprano en la mañana preguntando si había llegado y al no encontrarla quiso llamar a la policía, a los militares, FBI y a la CIA,  lo cual dije que era exagerado. Bastaba con el FBI.

—No es para tanto —Me sentía tonta intentando parecer desinteresada, era obvio que no debí llegar tan tarde—Lo siento, se me pasaron las copas. No ocurrirá de nuevo.

—Has cambiado mucho, pequeña Kittie, ya no es la niña de papá. Es una mujer y debe comportarse como tal.

Me crucé de brazos al otro lado el mesón para quedar frente a él. Me arrepentí de eso ya que parecía un berrinche.

—Sería una mujer si no me llamaras Kittie —espeté—. Sabes que lo odio. No me gusta ese apodo estúpido, Oliver. 

A él pareció divertirle.

—No es para tanto, te gustaba que te lo dijeran cuando estabas cerca de Doggie.

— ¿Doggie? —cuestión, y por inercia me levanté del puesto rodeando el mesón. Que lo mencionara me sorprendió más de lo esperado—   Ayer casualmente hablé de Doggie con Ethan y ahora tú lo mencionas ¿qué estuviste hablando con él?

—Nada, quizás lo oyó de mí en algún momento.

— ¿Oliver…? A mi no me engañas ¿Qué sabes de Ethan?

—  ¿Ethan? ¿Debería ocurrir algo con él? ¿Por qué la pregunta, señorita Olsen?

Su tono al ser tan refinado y pasivo era casi imposible detectar si fingía o era real que no sabía nada.

—No, por nada. —Freno frente a él— Me pareció mucha coincidencia.

— Por cierto… su novio está  la recamara «2A» por si lo busca, se veía agotado así que le sugerí que descansara un rato. Primero le sugiero darse un baño y cambiarse esa ropa... Que... —Me repasó con la mirada y negó— Solo cambiese lo antes posible.

— ¡Esta linda!

—Sí, claro —dijo volviendo a su periódico—. Eso cuesta alrededor de noventa dólares…

Vaya loco, y creían que sólo yo era así. 

¿Ahora entienden mi adorable personalidad? No sólo mi padre era un lunático sino que mi mayordomo compartía esa manía.

Lo dejé solo para dirigirme a las escaleras e ir a la habitación «2A», la cual creo está al fondo a la izquierda del segundo pasillo. ¿O al fondo a la derecha del tercer pasillo? No, no. Estoy bien. Porque el cuarto pasillo girando a la derecha y luego a la izquierda da con la recamara «D»… Increíble, me pierdo en mi propia casa.

Cuando descifré el cuarto correcto, Christopher estaba sumergido en la cama, arropado de pies a cabeza. Me acerqué, metiéndome entre las sábanas y abrazándolo por la cintura. Al sentirme se volteó de inmediato y me abrazó.

—Estaba preocupado, Carrie —comentó con esa voz ronca que siempre tiene al despertar—.  En casa de Owen, ¿cierto?

—Sí, me quedé en su casa —Me soltó por un momento para luego besarme.  Cerré mis ojos intentando sentir lo mismo que el estúpido perro me  hace sentir con sólo un beso, pero nada. No era lo mismo. Amaba a Chris, lo sé aunque… no como antes. 

Perros y gatos no se juntan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora