3. Conociendo al enemigo

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— ¿Por qué te levantas a esta hora? —pregunté saliendo del auto, mirándolo adormecida.
— Trabajo —explica sin voltearse, él hervía agua— Sigue durmiendo.

— ¿En qué trabajas? —continué una vez que me encontraba sentada en una de esas sillas plásticas al lado de la mesa, mirando su espalda.

—Reciclo.

Se giró y saltó al verme.

— En serio, Carrie —dice— Deberías dormir, la madrugada no te sienta bien en la cara.

Entrecerré los ojos.

— Y a ti no te sienta bien la vida pero mírate —Extendí toda mi palma en su dirección de la manera más despectiva posible— Sigues vivo.

— Cálmate, riquilla. Era una broma. —Sonríe— Ve a dormir, voy a comprar pan. Te lo dejo encima de la mesa por si quieres comer, a menos que estés a dieta.

Blanqueé los ojos pero por la oscuridad dudo que lo haya notado.

Cuando él se fue (y todas mis ganas de dormir también) busqué mi cepillo de dientes y entré al cuarto.
Ahí dormía Megan junto a una chica de cabello rizado y rojizo oscuro que hacía recalcar su piel bronceada. Supongo era Rouse. Ellas dormían en la parte de arriba de la litera mientras Roy en la parte de abajo. Por lo que veo los ancianos han de dormir en el segundo piso, con André.

Entré al baño y me arregle toda: baño, cepillo de dientes. Lo único complicado es mi cabello porque olvidé comprar un peine. La buena noticia:mi cabello es bastante lacio que no se nota la diferencia.

Salí de la habitación.

André volvió y ahora servía café con pan para dos. Indicó que me sentara y comiera.

Él ha sido muy amable conmigo en todo este tiempo y, a pesar de caerme mal,debo recompensarlo.

— Y... ¿crees que podría ayudarte en tu trabajo? —Sorbí con cuidado un poco de café a la espera de su respuesta.

— Supongo que está bien. Digo, si no te importa recolectar basura asquerosa.

—Bueno... —Remojé el pan dentro de la taza de café, con cara de asco. Él atacó en un punto muy sensible para mí— Me importa, muchísimo... Sin embargo, debo ayudarte así te agradezco por lo que has hecho hasta ahora.

—No hay necesidad. Pero si quieres está bien.

—Es moral —le explico— Si tuviese mi chequera juro que te daría dinero en lugar de recoger basura.

Hice una muesca de asco.

—¿Siempre eres así?—preguntó con una ligera intriga y gracia en sus labios.

— ¿Así cómo? —Apoyo mis codos en la mesa para encararlo— ¿Hermosa? ¿Simpática?

— Bueno, entre otras cosas. —Se le escapa una risita— Yo decía así de ridícula, mimada y llorona.

Alcé mi mano y le hice un cierre imaginario en la boca para que se callara, el cual funcionó.
No soportaba oírlo siempre.

Al terminar de comer, se recostó un momento sobre el respaldar de la silla, de brazos cruzados, cerró los ojos... Creo que se durmió.
El cabello le caía como cascada, era muy despeinado y enredado.
Sin decir palabra alguna, se retiró al cuarto cansado. O es así como lo percibí.

Perros y gatos no se juntan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora