8. Ring de Boxeo.

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El poco trayecto que nos quedaba lo recorrimos en silencio, André se mantuvo cerca de mí siempre aunque era yo la que me alejaba de vez en cuando. Gracias al cielo, Penélope comprendió por el momento que también sería bueno caminar lejos. Todos caminábamos callados y alejados.

A lo lejos divisamos un edificio, tres pisos, corrimos hacia él.

André abrazó a una chica rubia platino, casi tan alta como él que esperaba el la entrada.

- Dios, André... -dijo la chica apretándolo-. Hace tanto tiempo ya...

-También te extrañé, Cloe. ¡Mírate! Estás más bella de lo que recordaba. ¡Eh! Te los presento. Ella es Carrie, una amiga, Penélope, está de paso con nosotros, y mis hermanos que ya conoces, Megan y Roy.

- Claro, pasen ya. ¡Vamos André, tienes que contarme mucho!

Pero que emotiva la rubia. Sin duda quería bastante al pobretón.

Entramos al hostal donde habían muchos muebles, una luz tan blanca la cubría; en un costado habían unas escaleras color negras con pequeñas luces naranjas que seguramente llevarían a las habtaciones en los pisos superiores.

Era un lugar campirano a mi parecer, yo nunca me quedaría en un lugar así...

-Carrie, ¿cierto?

-¿Ah? Sí

- ¿Por qué no subes y descansas? -me recomienda Cloe con una sonrisa amigable- Elige el cuarto que más te guste, solo las habitaciones dos y nueve están ocupadas, no hace falta que te registres.

-Sí, claro.

- Sube también, princesa -sugiere Leblanc a Megan- y tú, piojo, anda que debes dormir.

- André... -llamó Penélope, alzando la mano para ser notada- ¿Y yo?

- Sube.

Vaya, jamás habría pensado que le contestaría con tal desinterés.

El perro aprendió nuevo truco, bien hecho, Carrie.

Subí las negras escaleras, con maleta en hombro dejando a Roy y a Megan en un cuarto con literas.

- No olviden cepillar sus dientes -les digo antes de salir.

- Buena noche, cadi -Roy.

-Buenas noches, chicos.

Al ser un edificio de tres pisos, elegí una habitación lejos de todos que seguramente tendrá una gran vista del poblado. Para acortar escalones corro y subo de dos en dos. Iba tan rápido que no tomé en cuenta lo peligroso que sería.

Y tampoco lo torpe y desafortunada que nací.

Me caí como un burrito siendo desenvuelto y regando toda la comida, en mi caso rodé escaleras abajo con las cosas de la maleta (sostenes, calzones, monedas, etc) siendo disparadas.

Y permanecí con un fuerte dolor de espalda en el piso, como un trapo mirando el techo.

-Mugroso pasador... -gruñí.

Intenté levantarme y mi hombro dolía, el pobre amparó mi caída.., Ay... Me dejara un moretón, eso aparte de que está sangrando.

Perros y gatos no se juntan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora