12. "¡Maldito Halloween, púdrete mundo."

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Pasaron largas dos semanas y aún no podíamos seguir nuestro camino porque el abuelo de André no contestaba el teléfono, un chico llamado Harry contestó una sola vez expresando que el señor Evans, el abuelo de André, regresaba de sus vacaciones en unas dos semanas más, lo que significaba que estábamos atrapados en este hotel. No todo es malo, la buena noticia es que la desadaptada social de Penélope se marchó al fin.

Estas semanas no fueron del todo raras.

Bien....sólo un poco.

No es que literalmente ahora somos novios ni toda esa vaina, es sólo que podría sonar como amigos con derecho, o eso dijo él (y por eso le lancé un zapato en la cabeza). Desde que sucedió todo eso, nos hemos llevado mejor, es decir... antes me cerraba la puerta en la cara, ahora me la abre, luego de cerrármela en la cara, y decirme después que es en broma, luego me besa la frente y sonríe...

Eso pasó esta mañana. Se veía tan feliz, su sonrisa era demasiado perfecta como para poder ser descrita. Inevitablemente sonreí.

El ascensor se abrió y me enfilé a la cafetería, con las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta de mi amigovio. Observé los estantes con pequeños pastelitos rosas que se veían sumamente deliciosos. Compré uno y nuevamente subí a la suite.

Al entrar a la habitación, todos dormían, incluyendo a André.

¡Ah! Como aclaración: él y yo no dormimos juntos. —Solo cuando llueve con rayos—

— ¿Estás despierto? —indago, pensaba acercarme pero preferí dejarlo dormir. Justo antes de irme oigo que carraspea— ¿Despierto?

—Sí... —murmura con somnolencia.

Regresé al pie de su cama, seguía con los ojos cerrados.

— ¿Qué hay de nuevo, viejo?

—No mucho, vieja —responde adormilado y se remueve entre las cobijas perezosamente, me hace un lugar como dando a entender que me metiera en la cama.

Dejé mi panquecito a un costado de la cama, sobre una veladora y me metí.

Inmediatamente me abrazó con una sonrisa de oreja a oreja aunque seguía sin abrir los ojos.

—Me encanta estar así contigo, ojalá siempre lloviera con rayos.

Solo sonreí.

—Sé que no debería arruinar el momento —digo mirando su barbilla, lentamente me va mirando porque como siempre desconfía de mí. Cuando digo que no quiero arruinar el momento por lo general lo hago. Pero esta vez no se trata de mí si no de él. — Bueno... anoche, tú...

—Ah... —me interrumpe sabiendo a dónde iba mi pregunta.

—Sí. Dime de una vez —acelero molesta.

Él sonríe y me planta un beso corto en los labios.

— Amo tus celos.

—No son celos, y no me cambies el tema: ¿De qué hablabas anoche con Cloe?

— Intensa —comenta con una sonrisa— Bueno, planeaba darte la noticia en unas horas más pero si quieres que te amargue la mañana...

— ¿Es malo?

— Un tanto, depende de cómo lo tomes. —Pasa un brazo por debajo de mi cabeza y yo me acomodo abrazando su cintura—. Un señor quiere quedarse en esta suite, así que tendremos que irnos a una habitación común y corriente. Sin tantas comodidades... Le dije que está bien, no hay problema.

Perros y gatos no se juntan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora