Capítulo 11

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Roma, 1496.

Adrienna había corrido tan lejos del castillo que los guardias ya no pudieron hacer nada, corrió hasta llegar a las cercanías de isla Tiberina, sus pies sangraban por haber pisado las piedras, sus zapatos se habían quedado en el camino, su elegante vestido llamaba la atención de todos, se acercó hasta el lugar de un panadero y se quedó mirando el pan recién hecho que se encontraba dentro, buscó entre sus bolsillos su bolsa de dinero, el panadero se acercó a ella.

-Buen día ¿Qué puedo hacer por una mujer de elegante apariencia? -Mencionaba animado, Adrienna le miró algo avergonzada por no llevar dinero.

-Lo siento sólo estoy viendo, gracias. -Mencionó en tono suave y siguió caminando por el mercado cerca del río, fue en ese momento que un joven la notó caminando desconsolada, se acercó hasta ella y le brindó su mano.

-¿Se encuentra bien? -Preguntó atento, Adrienna le miró a punto de llorar, la madre del joven llevaba unas bolsas que entregó a su hijo.

-¿Qué ocurre? -Preguntó inquieta, el joven se encogió de hombros mientras le veía llorar. -Oh querida, tranquila. -Acariciaba el hombro de la chica tratando de consolarle, era como si gracias a lo que había pasado con Rodrigo, la venda que cubría sus ojos hubiera caído. -¿Estás perdida? -Preguntaba mientras miraba las elegantes ropas de la chica, ella negó. -¿Entonces que tiene tan triste a tu corazón? -Mencionó con ternura.

-No tengo a donde ir. -Mencionaba entre sollozos lamentos, la madre del chico se compadeció de ella.

-Ven ¿Por qué no pasas esta noche en nuestra casa? Quizás no esté llena de lujos ni tenga buenas camas pero, al menos tendrás donde dormir. -Mencionaba con ternura, Adrienna aceptó ir con ellos sin más. Les siguió hasta un taller de herrería, un hombre mayor herraba espadas con cansancio, volteó a verles, su sudor caía por su rostro.

-¡Carlo, ven aquí a ayudarme! -Gritó con voz grave, la madre del joven tomó las bolsas y sonrió, Carlo fue hasta donde su padre y tomó su mandil, comenzaron a trabajar. Adrienna le miraba atenta, aquel hombre le miró intrigado, miró a su esposa, quién se acercaba él para darle un beso. -¿Quién es ella? -Preguntó algo molesto, la joven parecía algo nerviosa.

-Es nuestra invitada temporal, más te vale tratarla bien, se ve que la ha pasado mal. -Mencionaba con algo de pena por la chica, Adrienna se acercó temerosa por el gran hombre detrás del mostrador.

-No lo sé Bianca, no sabes si es una fugitiva o quizás mató a alguien. -Mencionó con desconfianza, Adrienna miró suplicante al herrero. -¿Qué obtendré a cambio de que se quede aquí? -Mencionó un poco molesto, Adrienna bajó la mirada algo desanimada.

-Trabajaré... -Susurró algo triste.

-¿Disculpe? -El herrero se mostraba algo curioso, Adrienna levantó el rostro y le miró con firmeza.

-Trabajaré, puedo trabajar para ustedes, haré la comida, limpiaré y ordenaré lo que pida, solo déjeme quedar aquí aunque sea unos días. -El Herrero se sorprendió por la reacción de la chica.

-Bien, solo unos días ¿Entendiste? -Mencionó con un tono fuerte, Adrienna se mostró contenta y ayudó a la señora a Meter las bolsas dentro de la casa.

-No sé quedará poco tiempo ¿O si? -Preguntó Carlo con una sonrisa burlona en su rostro, su padre suspiró derrotado.

-Ya veremos, toma. -Mencionaba cansado mientras tomaba algo de dinero y lo entregaba a su hijo. -Cómprale algo de ropa, nada llamativo, no sabemos quién es y será mejor que no llame la atención si no queremos problemas. -Carlo tomó el dinero y salió en busca de lago de ropa para la joven, ella ayudaba a la señora a preparar algo de comer.

-Y a todo esto querida. -Mencionaba algo calmada mientras preparaba la comida, Adrienna le miró curiosa mientras cortaba vegetales. -¿Quién te busca? -Preguntó intrigada, Adrienna temía decir la verdad, no sabía si la entregarían a César, sin embargo, era personas que la acogieron aún sin saber nada de ella.

-Los Borgia. -Mencionó en un tono seco, Bianca dejó de cocinar y miró con asombro a la joven.

-¿Los Borgia? -Preguntó en un susurro asustado, Adrienna le miró y asintió. -¿Pero que hiciste para que te persigan? -Preguntó inquieta.

-Escapé, César me tenía cautiva. -Mencionaba mientras volvía a cortar las verduras, Bianca parecía más intrigada. -Si gusta puedo retirarme y así estarán a salvo. -Mencionó al ver la cara de miedo de la señora Bianca, ella negó algo inquieta.

-No, no te vayas, no sabemos con qué clase de locos vayas a toparte después. Si los Borgia te buscan pues a tomar por culo, esos idiotas no te harán nada mientras yo esté aquí. -Mencionó el Herrero mientras entraba a la cocina, Adrienna le miró con sorpresa, la esposa de este se tranquilizó al escuchar eso. -Se creen dueños de todo y de todos pero no son más que una bola de enfermos. -Decía mientras se limpiaba las manos con un trapo. -Ahora dime ¿Cuál es tu nombre? -Preguntó más serio, la joven se mostró calmada.

-Adrienna, señor... -Mencionó con suavidad, el hombre parecía analizar todo.

-Bueno Adri, será mejor que aprendas algunas cosas si quieres buscar libertad. -Mencionó con seriedad, tomó asiento y miró a su esposa. -¿Esa sopa asquerosa de nuevo? -Dijo serio, Adrienna parecía algo nerviosa, la esposa del herrero se volteó y con la cuchara de madera se acercó y comenzó a golpear a su esposo, el herrero reía. -Perdón, perdón querida, sabes que amo tus guisos. -Decía entre risas mientras recibía pequeños golpes de su esposa, ella reía y abrazó a su esposo.

-Haste el gracioso y a la otra. -Decía entre risas mientras levantaba la cuchara de forma amenazante, el herrero miró a su esposa y con la mirada le pidió un beso, Adrienna se sintió nostálgica al ver aquella adorable escena.

-Llegué, el sastre me regaló las ropas y bueno, tengo el dinero de vuelta. -Mencionaba Carlo mientras entraba, miró a la chica y le entregó varias prendas. -Puedes subir a mi habitación y cambiarte. -Adrienna miró las telas, eran simples pero, eran preciosas, pasó su mano por ellas y miró con una sonrisa al joven.

-Muchas gracias, son preciosas. -Mencionaba amable. -¿Puedo ponermelas? -Preguntó entusiasmada mientras miraba a la señora, ella le sonrió y asintió, ella subió para cambiarse , mientras tanto Carlo parecía algo preocupado.

-¿Qué ocurre? -Su padre preguntaba con seriedad, Carlo le miró preocupado.

-Los guardias le buscan por todos lados, su nombre es Adrienna, escuché decir de unos hombres que era la puta de César. -Mencionaba preocupado. -La recompensa por ella es muy alta y bueno, los guardias advirtieron matar a quienes la resguarden. -Rascó su cabeza y miró a su padre. -¿Crees que sea bueno esconderla? -Preguntaba con algo de miedo.

-Quizás no sea bueno, sin embargo, no podemos dejarla sola, si ella escapó es por una razón. -Mencionaba cansado. Adrienna había escuchado gran parte, al bajar era algo distinta, se había quitado las joyas que llevaba y el vestido tan elegante, llevaba las joyas en las manos y se hincó frente a ellos.

-Quizás no sea mucho pero, me gustarían que aceptarán esto como muestra de mi gratitud. -Mencionaba apenada mientras enseñaba las lujosas joyas.

-Guarda eso. -Mencionó el herrero con algo de risa, Adrienna no comprendió nada. -Lo necesitarás en el futuro, confía en mí. -

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