Capítulo 60: Destrucción

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—¿En ese lugar se encuentra Ethan?

—... Así es—respondió Aris y lo observó de reojo.

Un niño de unos siete años, sumamente pálido, con facciones lindas, y delicadas, pero tenebrosas y frívolas, con un largo cabello negro liso, con pequeños rizos en las puntas. Sus ojos eran amarillos, llenos de frialdad, que miraban el castillo con indiferencia.
Una larga túnica negra cubría su cuerpo hasta sus pies, y los dedos de sus manos apenas sobresalían de la tela.

— Destruye el castillo si es necesario, no me importa como lo hagas, pero hazme entrar sin ningún obstáculo, pero ten cuidado, podrías lastimar a Ethan, y si lo encuentras házmelo saber.

—¿No importa si alguien muere? —preguntó el niño.

—No me importa—exclamó fríamente—Todas las personas que están dentro son malas, y quieren alejarme de Ethan, es mejor si están muertas.

—Como diga, señor Aris.

—Ve.

En seguida Khilsha avanzó y llegó hasta las altas puertas del castillo.

Los guardias lo vieron acercarse, pero no le prestaron importancia.

Cuando de repente, la piel del niño se tornó negra, y la tela de su ropa comenzó a crecer mientras se movía, como si estuviera viva. De sus brazos salieron dos tentáculos negros, y poco a poco todo su cuerpo se hizo más grande.

Los guardias entraron en pánico y tomaron sus espadas.

—¡Un monstruo! ¡Estamos bajo ataque, llamen a todos! —gritó uno de ellos.

Finalmente se volvió una masa negra y escalofriante, que no paraba de crecer. Comenzó a tomar forma, y una enorme cabeza se visualizó, con dos gigantescos ojos amarillo que se movían por todos lados, analizando su entorno.

Un sin fin de tentáculos comenzaron a aparecer, con ventosas gigantes del diámetro de una persona, llenas de púas, o más bien dientes, que se miraban extremadamente filosos.

Ambos guardias atacaron con valentía, pero en cuanto sus espadas tocaron su cuerpo se sumergieron en su fría piel. Quisieron alejarse, pero el cuerpo negro se los tragó enseguida, y no volvieron a salir.

Los demás guardias observaron todo con terror.

Un inmenso y espantoso pulpo negro, que se hacía más y más grande, trepaba por las murallas, y con sus tentáculos rompió las gruesas puertas del castillo sin mucho esfuerzo. Su poder y fuerza era descomunal y parecía que nada podía detenerlo.

Aris avanzó con paso firme, atravesó las puertas destrozadas y caminó por el ancho puente.

Los guardias vieron entrar a un hombre de piel pálida, descalzo y con una capucha negra, quisieron detenerlo, pero no lo lograron.

—Erizo perforador—cientos de esferas de agua salieron de la nada, en el suelo o flotando en el aire. Y al instante todas explotaron en miles de agujas gruesas, perforando a todos los guardias que estaban a su alcance.

Khilsha ahora era tan alto como el castillo, que medía unos quinientos metros, se abalanzó sobre el y se introdujo por todos los orificios, resbalando su cuerpo con facilidad.

Aris pasó por el ancho puente de piedra que colgaba sobre el río y llegó ante las puertas del castillo. Los guardias que la vigilaban lo atacaron con cierta cautela y miedo.

Con una mirada tan fría como el hielo, Aris ni se inmutó. Levantó la mano e hizo un domo de agua, del que salieron látigos con puntas de hielo.

Príncipe rebelde© ✓ [Secuela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora