PRÓLOGO

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DEMENCIAL CORDURA

PRÓLOGO

Soporta murmullos de su nombre, en realidad carece de otras opciones y solo por eso lo hace; carga la mirada de todos aquellos que le vigilan tanto de día como de noche, aguantando indiferente el peso de la acusación que le reafirman constantemente; está acostumbrada a que le miren de aquella desagradable manera, por debajo del hombro, agregando pizcas de lástima que martillan lo que fue su orgullo. Repiten vez tras vez, y no uno ni dos o tres, ¡todos lo repiten! Afirman que ha enloquecido, creyentes de que ha dejado de pertenecer al mundo de los cuerdos. Coinciden en lo mismo, más, no saben si llamarle descripción, acusación o un mero reproche. Dicen sus pupilas a la nada apuntan y que se ha cortado las cuerdas vocales porque ni para delirar pronuncia o expira aliento. Pero algo es cierto e ignorado también por todos: ¿Qué esperan mire en ese sitio? Porque hasta el hombre más sujeto a sus cabales sabría que lo único por ver, era el blanquecino vapor expulsado por su respiración en aquel lugar donde el frío calaría hasta los huesos y le obligaría a castañear los dientes. ¿Qué esperan diga? ¿Qué diablos quieren que articule en palabras? Si lo poco que llego a decir fue archivado en los oxidados muebles, como mentiras. Si todo lo que diga será tomado como delirios y alucinaciones de una pobre mente perdida. Definitivamente, está mejor en el sepulcral silencio.

Se niegan a verle y cruzar mirada con ella; les recorren escalofríos contemplando los verdes y gélidos iris que entornan a las indescifrables pupilas. Parece darle igual todo. Parece que si el mundo temblase desquebrajándose, que si el cielo decidiera aplastar todo, le seguiría dando igual y continuaría respirando tranquilamente dentro de esos escasos 3m². No es precisamente alta ni tampoco carente de estatura, pero, indudablemente genera una extraña mezcla de intimidación y lastima.

Loca. Demente. Maniaca. Asesina.

Así le llaman a Natsuki Kruger.

Las tres primeras palabras no afectan su semblante.

En cambio, con la cuarta sonríe.

Es deseo colectivo el de no permanecer mucho tiempo en la misma habitación que ella. Temen lo que podría hacerles siguiendo los rumores de las malas lenguas; comparan su tranquila respiración con la de una bestia dormida. Natsuki les ignora, es el mejor recurso ante la molestia que representan aquellas presencias de ojos curiosos. ¿Qué puede hacer estando bajo una camisa de fuerza que le comprime las entrañas? Piensa ellos son los locos.

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