CAPÍTULO 5

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DEMENCIAL CORDURA

CAPÍTULO 5

Largo abrigo cae en cascada por hombros y espalda del visitante, resguardando el calor del exterior que contrarresta al intenso frio; parándose con porte que restriega libre movilidad a enfadada Kruger, repitiéndole en gestos "Recuerda tus límites", extiende los brazos como recibiendo a alguien. –Natsuki-. La nombrada blanquea los ojos disgustada, dejando este hablase al aire. Aquel indiferente semblante se torna asqueado por la presencia indeseable; ha estado sola tanto tiempo y llega este tipo a amargarle la mísera existencia. Pese insultos le son acumulados entre lengua y dientes, se resguarda para si dichas palabras.

Eso sí, gruñe molesta.

-¿Qué sucede? ¿Por qué gruñes?-. Basando voz en tono cínico y desvergonzado que le taladra oídos a Natsuki, el hombre degusta maliciosa mente con el automático rechazo protagonizado por la demente mujer. -¿Acaso no me has extrañado?-. Ella aspira hondo. Gruñido le sube a través de la garganta; en afán de querer omitir darle otro gusto al hombre, frena en labios el sonido.

Y enserio que quiere gruñir, específicamente gruñirle a ese hombre.

Ella sabe, él lo sabe, que la cámara está apagada.

Ella conoce que él tienta a la suerte despreocupadamente.

Él sabe que ella un día ira por su cabeza

Ambos presienten Natsuki saldrá pronto.

Da dos pasos; la estúpida mueca enmarcada en comisuras le bota la razón al más cuerdo de los hombres, en Natsuki le martilla la paciencia que ha desarrollado esos doce años. El aire de arrogancia que ostenta es develado solo a ojos esmeralda. Kruger permanece inmóvil, ¿Quiere golpearlo? Lo ansía, ¿Quiere matarlo? Lo desea. Es un instinto nato que lucha por moverle los dedos, cerrarlos entorno al cuello para estrangularle y justo en el momento que la asfixia fuese a matarle dejarlo libre... solo para después sacarle las entrañas aun estando vivo.

Sin embargo, del deseo al hecho gran brecha de por medio, y, eso es bien sabido por todos.

-¿No hablaras?-. Ella permanece sentada, espalda contra pared y mirada gacha con el propósito de no asquearse más. Inclinada de manera que el cabello cae cual cortina entre ambos rostros. Repentinamente, le parece poder escuchar el tictac de un lejano reloj. Los demonios dejan de susurrarle al oído.

Él se agacha quedando a la altura del fastidiado semblante. Como se dijo, es alguien que tienta a la suerte sin preocuparse de las consecuencias que esto conlleve. La respiración de Natsuki le golpea cual amenaza, igual al sonido del cascabel perteneciente a una serpiente. Estira el brazo, y, los calculadores dedos tocan la piel que corresponde a mentón ajeno. Agarre firme e innecesariamente fuerte que magulla la tersa tez. Obliga a Kruger a alzar el rostro. –Solo tú tienes la culpa de estar aquí-. Los latidos le golpean el pecho en doloroso ritmo, quiere hacerlo, quiere provocarle un estado de frenesí.

Pero él desconoce que... los demonios personales de Natsuki le cantan al oído sin penas ni recatos.

"Que la sangre encharque el piso, que manche las paredes y de ser posible llueva del techo". Eso le dicen, eso le piden, o en palabras de mayor exactitud, eso le exigen.

Espera Kruger aleje el rostro, incluso ejerce más presión en el agarre dejando moretones en el lugar de los dedos, esto para "prevenir" acción que no llega. Le observa a detalle, perfilando las facciones endurecidas, la blanca piel orillada a ser gélida, los verdes ojos proféticos de desgracia, la larga melena que le enmarca. Le contempla alrededor de seis u ocho segundos. Vuelve a colocarse de pie.

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