CAPÍTULO 13

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DEMENCIAL CORDURA

CAPÍTULO 13

RECUERDO NATSUKI KRUGER

Los humanos no podemos ver entre las penumbras, pero esos ojos luchan contra una oscuridad nacida de una pesadilla. Además, como si tal factor no fuese suficiente, dos muros que parecen no tener ni inicio ni fin crean un estrecho pasillo. Dicho corredor produce ecos desagradables que de a poco se distorsionan y componen una horrible melodía.

El dueño de esos ojos, que quizá ya no es dueño de su propia vida, inhala y exhala con desesperación, como si la oscuridad también comprimiese su pecho. Por el contrario, el otro par de pulmones presente respira sin pena alguna; presumiéndole una calma escalofriante.

Las cosas pintan nefastas, estar ciego incrementa su miedo, le sume en un estado catastrófico e inútil, le paraliza por completo, imposibilitándolo de rogar por su vida.

En cierto aspecto, eso es bueno. Cualquier tipo de suplica solo habría aumentado los sanguinarios instintos de su verdugo.

Si, es bueno ser incapaz de suplicar.

Intenta convencerse de ello.

Decenas o quizá cientos de lágrimas empapan sus mejillas y cuello.

Pero ELLA no puede verlo.

No ve las dilatadas pupilas, tampoco las temblorosas manos, mucho menos lo que mancha el suelo. Sin embargo, lo sabe. Conoce perfectamente lo que es capaz de causar en las personas, lo tiene en mente todo el tiempo y de alguna manera lo disfruta. Aunque el hombre no dice nada, a sus oídos llegan esas frecuentes palabras que escucha incluso en sus sueños: "Que la sangre encharque el piso, que manche las paredes y de ser posible llueva del techo."

Esas palabras que enloquecen a cualquiera.

Pero a ella parecen darle cordura.

O quizá solo les ignora.

Quién sabe.

-Po... por... f... fa ...fa...vor-. Probablemente también las cuerdas vocales le tiemblan por el horror tan exagerado que experimenta. Esas sudorosas manos tocan el suelo, sintiéndole húmedo, demasiado húmedo para ser solo su sudor y llanto.

Ella niega con la cabeza. Le han parecido palabras patéticas. Palabras de alguien tonto y desesperado.

Imperturbable, escucha los jadeos, sollozos e inútiles ruegos.

La víctima no entiende porque le hacen eso, no logra comprender tal nivel de crueldad, ni tampoco que le usen como si nada. Otra ola de pánico le inunda al imaginársela a ella, lavándose la sangre del hombre de sus manos para después olvidarse del suceso.

Las luces parpadean, mostrando aquella figura que en su rostro tiene una especie de sonrisa retorcida.

¡Por dios! Él imaginando a una adulta y... ella no tiene más de diez años.

Una arcada punza en su estómago, le escoce la garganta.

Ella, con sus manos ensangrentadas, pone un dedo sobre sus labios.

Las luces parpadean. Van de la absoluta oscuridad a una luz cegadora. Esto no tiene sentido, una existencia así no tiene sentido.

Él solloza con fuerza.

Ruega a quien sea que lo escuche por una muerte rápida.

Pero ambos saben que nadie escucha sus plegarias.

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