CAPÍTULO 8

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DEMENCIAL CORDURA

CAPÍTULO 8

3 SEMANAS DESPUÉS

Las heridas hechas por iracundo hombre, sanaron gracias a las constantes revisiones y atenciones que Shizuru brindo a Natsuki. Con la autoridad otorgada por ser su psiquiatra, dio la restricción de que nadie podía acercarse al K-17, claro no dijo, que dicha orden tenía fundamento en que seguía sin saber quién le dio la paliza a Natsuki. Las primeras dos semanas, Kruger las aprovecho para conversar con Viola en los momentos que la cámara dejaba de funcionar. A la tercera semana un nuevo estado de mudez, con suerte decía unas pocas palabras pero al menos tampoco recayó en lo mismo del principio. Dicha situación hizo a la castaña considerar que su restricción fue violada y alguien entro en contacto con Natsuki; tuvo que descartar dicha idea dado ella vigilaba de uno u otro modo todo el tiempo y en ningún intervalo vio a otro individuo.

Tal como lo creyó, en si misma recayó la tarea de quitar las grotescas manchas rojas dispersas en el suelo. Takeda le dijo a la mujer que no le correspondía usar sus manos en ese trabajo por demás desagradable; tras una cara de fría expresión y voz notablemente molesta, Shizuru respondió que era necesario pues los demás serían capaces de dejar a la peli-azul encerrada en un cuarto con carne putrefacta. Los roces con el joven guardia comenzaron ahí. Tate consciente de ello, opto por sencillamente guardar silencio; la psiquiatra, a ojos del director tenía mayor importancia pues ella a diferencia de los guardias si se convirtió en un efectivo tranquilizante para la loca delincuente.

Con su blanca bata danzando tras de sí a cada paso, Shizuru en pequeños intervalos recorría los pasillo de Garderobe, estudiando a fondo la estructura y buscando la verdad. Había una charla pendiente con Nagi, pero esta tendría que esperar.

Si de algo estaba segura, era de que las oraciones articuladas por Natsuki pese ser misteriosas poseían coherencia.

EN EL K-17

Natsuki está parada, recargada contra la pared ubicada al lado derecho de la puerta, con un pie puesto en el muro; tampoco es como que vaya a mancharle, sus suelas están ridículamente limpias. Abre la boca solo para poder ver el blanco vapor que sale de esta. Reconoce siente cosa que hace mucho no percibía en si misma: aburrimiento. Podría pasar el rato soltando una tanda de palabras sin sentido para confundir a los guardias y regocijarse con el seguro miedo que sabe les causaría, pensándolo bien, sería una perdida te tiempo que acabaría en intentos de medicación. Si bien la anestesia es nulamente efectiva en ella, le es molesto sentir esa u otros líquidos medicinales recorriéndole las venas. Irónico, el aburrimiento es acreditado al absoluto silencio; los canticos frenaron tres días atrás, tampoco es que les anhele, pero es extraña ausencia prolongada.

La puerta desliza, abriéndose por la mano que ya tan bien reconoce. Los dedos delicados resaltando a la vista que nada malo han hecho. –Buenos días Natsuki-. Junto al saludo ofrece sonrisa. La paciente alza el rostro dirigiéndole penetrante mirada, es su forma de saludar. Esta es la primera visita del día, en algunas la cámara tiene que apagarse. Los cielos sonríen o quizá el infierno aplaude, la grabación frena en este instante. Natsuki deja correr dos minutos, dándole el visto bueno.

-¿Ya estas por completo recuperada?-. Shizuru está consciente de que el tonó empleado permanece lejos del de psiquiatra-paciente. Le habla como a una amiga. La preocupación es papable en el aire, Natsuki le aspira.

-Si-. Sabe el aburrimiento será disipado. –Shizuru-. Reconoce a si misma ha desarrollado empatía para con la mujer. Adquirió importancia dentro de su vacía vida. –Debo decirte algo-. El blanquecino vapor despierta culpabilidad en Shizuru. Viola conoce ese raro brillo en las esmeraldas, justamente el hilo que divide cordura y demencia. Por primera vez observa sinceridad tintando los iris, sinceridad que las pupilas anuncian pronto devoraran. –Cuídate de Nagi Artai. Alguien pondrá los ojos en ti. Cuídate de Reito Kanzaki-. La advertencia por si sola es bastante rara, sumándole que el nombre resulta familiar. En determinado momento le ha escuchado pero no recuerda dónde ni cuándo. –Las ratas actuaran y culparan a los lobos-. Pronuncia desalentadoramente.

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