Oh, los sueños.
Si ya te cansaste de oírme hablar de mis pesadillas, imagínate a mi que los vivía de primera mano.
Vi una hilera de yates de lujo surcando las olas iluminadas por la luna frente a la costa de California: cincuenta barcos en formación de chebrón cerrada, guirnaldas con luz brillando en sus proas y gallardetes morados ondeando al viento en torres de comunicaciones luminosas. Las cubiertas estaban plagadas de todo tipo de monstruos: cíclopes, centauros salvajes, pandai orejudos y blemias con la cabeza en el pecho. En la cubierta de popa de cada yate, una cuadrilla de criaturas parecía estar construyendo algo parecido a un cobertizo o... o un tipo de arma de asedio.
El sueño hizo zoom al puente del primer barco. La tripulación se afanaba mirando monitores y ajustando instrumentos. Repartidos detrás de ellos en unos sillones reclinables con tapicería dorada que hacía juego, se hallaban dos de las personas que más detestaba en el mundo.
A la izquierda estaba sentado el emperador Cómodo. Me llamó la atención que parecía que le hubieran pulido la piel alrededor de los ojos. Tenía las pupilas empañadas. La última vez que habíamos coincidido lo había deslumbrado con un estallido de resplandor divino, y era evidente que todavía no se había curado. Eso fue lo único que me gustó de volver a verlo.
En el otro sillón reclinable estaba sentado Cayo Julio César Augusto Germánico, también conocido como Calígula.
La ira tiñó el suelo de dolor rojo sangre. ¿Cómo podía estar allí acostado tan campante en su ridículo uniforme de capitán cuando sólo unos días antes había matado a Jason Grace? ¿Cómo osaba dar sorbos a su bebida helada y sonreír con tal satisfacción?
Calígula parecía bastante humano, pero yo sabía que no había que atribuirle ningún tipo de compasión. Tenía ganas de estrangularlo. Lamentablemente, no podía hacer nada salvo observar y hachar humo.
—Piloto—gritó Calígula indolentemente—, ¿a qué velocidad vamos?
—A cinco nudos, señor—contestó uno de los mortales uniformados—. ¿Acelero?
—No, no—Calígula sacó una cereza de su bebida y se la metió a la boca. Masticó y al sonreír mostró unos dientes rojo intenso—. De hecho, reduzcamos a cuatro nudos. ¡La mitad de la diversión está en el viaje!
—¡Sí, señor!
Cómodo frunció el entrecejo. Dio vueltas al hielo de su bebida.
—No entiendo por qué vamos tan despacio—masculló Cómodo—. A velocidad máxima, ya podríamos estar allí.
Calígula rio entre dientes.
—Amigo mío, todo es cuestión de tiempo. Tenemos que dejar a nuestro difunto aliado el mejor hueco para atacar.
Cómodo se estremeció.
—Detesto a nuestro difunto aliado. ¿Estás seguro de que se le puede controlar...?
Ya lo hemos hablado—el tono cantarín de Calígula eta ligero y despreocupado y cordialmente homicida, como si dijera: "La próxima vez que me interrogues, yo sí te controlaré echándote cianuro en la bebida"—. Debes fiarte de mí, Cómodo. Recuerda quién te ayudó en los momentos difíciles.
—Ya te di las gracias un montón de veces. Además, no fue culpa mía. ¿Cómo iba a saber que a Diana todavía le quedaba luz adentro?—parpadeó con mucho esfuerzo—. Te venció... y también a tu caballo.
El rostro de Calígula se ensombreció.
—Sí, Bueno, pronto arreglaremos eso. Entre tus tropas y las mías tenemos más que suficiente poder para aplastar a la castigada Duodécima Legión. Y si resultan ser tan tercos que no se rinden, siempre queda el plan B—gritó por encima del hombro—. ¿Boost?
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Las pruebas de la luna: la Tumba del Tirano
FanfictionDespués de tres mortales pruebas, Artemisa llegará al Campamento Júpiter en compañía de Percy Jackson. Mientras luchan por proteger el campamento del triunvirato, la diosa de la luna pasará a su forma romana, ¿Afectará la participación de Diana en...