Secreto de estado. ¿Formalidad informal?

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Reyna y Percy estaban esperándome en el portón de entrada del campamento, aunque apenas reconocí a la primera. En lugar de la ropa de pretora, traía unos tenis deportivos azules y unos jeans ajustados, una playera de manga larga color cobrizo y un suéter cruzado púrpura. Con el pelo recogido en una cola de caballo trenzada y un toque de maquillaje en la cara, podría haber pasado por una de las miles de universitarias del Área de la Bahía de las que nadie sospecharía. Supuse que esa era la intención.

Por el otro lado, Percy iba vestido simplemente con una camiseta morada del campamento y un par de jeans gastados.

—¿Algo que llame su atención, Lady Diana?—dijo Percy burlonamente al notar que me le quedé mirando.

—Nada de tu incumbencia, Jackson.

Reyna nos observó a ambos con confusión, descarté el asunto con un gesto de la mano.

—¿Todo listo para irnos?—pregunté.

Reyna asintió y se llevó dos dedos a los labios y lanzó un chiflido tan agudo que me limpió las trompas de Eustaquio. Sus dos galgos metálicos salieron de la fortaleza y se acercaron corriendo, ladrando como armas de fuego pequeñas.

Alcé una ceja.

—¿Vienen también?

Reyna sonrió con satisfacción.

—Bueno, se disgustarían si viajará por carretera a San Francisco sin ellos.

—¿Viajar en...?

Estaba apunto de preguntar "¿en qué?" cuando oí un claxon procedente de la dirección de la ciudad. Por la carretera normalmente reservada a los legionarios de marcha y los elefantes, venía haciendo un gran estruendo una Chevrolet cuatro por cuatro abollada de un color rojo vivo.

Al volante iba Hazel Levesque, y en el asiento del copiloto, Frank Zhang.

Se detuvieron al lado de nosotros. El vehículo apenas había dejado de moverse cuando Aurum y Argentum saltaron a la plataforma de la camioneta, con las lenguas metálicas colgando y moviendo las colas.

Hazel bajó de la cabina.

—El tanque está lleno, pretora.

—Gracias, centuriona—Reyna sonrió—. ¿Qué tal van las clases de manejo?

—¡Bien! Esta vez ni siquiera me estrellé contra Término.

—Vamos progresando—convino Reyna.

Frank salió del lado del pasajero y rodeó el vehículo.

—Sí, dentro de poco Hazel estará lista para las carreteras públicas.

Yo tenía algunas preguntas que hacer. ¿Dónde guardaban esa camioneta? Y ¿Había una gasolinera en la Nueva Roma?

—Veamos si rompes la maldición de los hijos de los tres grandes—le dijo Percy a Hazel—. Entre Thalia y yo hemos destruido varías docenas de vehículos.

Y valla que había visto a Thalia destruir vehículos, era como si con solo subirse a uno el desastre estuviera predestinado.

Frank le dio a Reyna un abrazo de oso (sin convertirse en oso)

—Ten cuidado ahí afuera, ¿okey?

Dio la impresión de que ella no supiera cómo reaccionar a esa muestra de afecto (te comprendo, uno tarda en aprender). Se quedó con los brazos rígidos. Acto seguido, le dio unas palmaditas en la espalda a su compañero con incomodidad.

Las pruebas de la luna: la Tumba del TiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora