Capítulo 16

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   Imitando a Eloís, liberaron a los caballos y continuaron a pie. Cuidaban cada paso para hacer el menor ruido posible.

   Una ráfaga de aire helado recorrió el bosque, la noche comenzaba a ser tempestuosa. Las gotas de lluvia comenzaron a caer una, dos, tres y pronto ya eran miles.

   —Por Zeus, ¿en serio? ¡Ahrg! ¿¡dónde está!? —se quejaba Jace, intentando cubrir su cabeza con las manos. Ya tenía suficiente con sus zapatos enlodados.

   —Pues tus quejas no son un paraguas —decía León, no con menos frío que su acompañante. Salir con un chándal y zapatillas no había sido la decisión más inteligente. Aun así, seguía de cuclillas, usando la luna como faro para buscar huellas.

   —Y aún peor, no hay señal... —continuó Jace.

   —Obviamente que no... Alto... —León se levantó de pronto—. ¿¡Traías el teléfono contigo!?

   —Emmm, ¿sí?

   —De verdad que el alcohol está acabando con tu cerebro —le dijo, arrebatándole el aparato de las manos.

   —¡Qué haces...!

    Sin decir nada. León encendió la linterna del dispositivo y regresó a su búsqueda.

   Pasó un rato en el que caminaron sin encontrar nada; hasta que, de un momento a otro, escucharon a alguien quejándose muy cerca de donde estaban.

   Era Eloís y estaba hecha un trapo de pies a cabeza; a pesar de ello, trataba de levantar la tapa de yeso por su cuenta.

   —¿Me... pueden... ayudar? —pidió, sin dejar de jalar.

   —No insistas con eso —le dijo Jace—. Vamos... —Trató de hacer que se parara.

   —No —se opuso la joven—. Si solo piensan mirar, mejor corran, ese hombres puede estar cerca.

   —No —dijo León, ahogando un suspiro. Era claro que ella no se iría, ahí sola corría riesgo y Fheda la necesitaba con vida.

   Jace insistió, pero cuando se escucharon pasos acercarse, cambió de parecer. Frenético y aun en shock, comenzó a ayudar.

—¿Y si no requiere fuerza? —dijo Eloís al sentir algo similar a un botón en la tapa y tenía la forma de una flor.

   Jace y León siguieron la teoría, encontrando un segundo botón con forma de ave tras la cabeza de la estatua.

—El escudo —dijo Eloís.

—¿Si no tiene forma de espada cuenta? —preguntó León, quien había encontrado un botón triangular en la mano de la estatua.

Era la única opción así que los presionaron en conjunto. Pasmados vieron cómo se abría la compuerta.

   Observaron dentro. Estaba oscuro, no podían precisar cuán profundo era, pero usando una piedra comprobaron que, podían evitar una fractura si saltaban bien.

   Los pasos se escuchaban más cerca cada vez. Tal vez era verdad, o tal vez su paranoia. Era ahora o nunca. El ruido de la pesada tapa cerrándose detrás quedó ahogado por el rugido de uno de los truenos que musicalizaban su aventura cada tanto.

   El frío dentro del lugar era estremecedor y se podía percibir un olor a humedad. Se mantuvieron en silencio hasta cerciorarse de que el terreno estaba libre.

  —Mejor no apoyen las manos —se quejó Jace, quien acababa de comprobar que el suelo era cubierto por rocas pequeñas y puntiagudas—. ¿Todos bien? —preguntó tratando de observar algo entre la penumbra

Los cuatro de Monarca ©️ [U EDICIÓN WATTPAD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora