Capítulo 44

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Tras adquirir un auto de alquiler, Eloís y los piratas llegaron a los suburbios; específicamente al Área B16: zona destinada a la investigación científica. En ella encontrábamos un aproximado de doce recintos, los cuales funcionaban como laboratorios. Algunos pertenecientes a empresas farmacéuticas y otros, a científicos privados.

Se encontraban frente al laboratorio del Dr. Jules F. K. , ocultos detrás de unos contenedores. Si querían entrar, tenían que idear algo: había diez hombres en fila, custodiando la entrada.

—Tomen esto... —susurró Eloís, entregándoles unas pistolas.

—¿P-planeas m-matarlos? —preguntó Logan, nervioso de solo pensarlo.

—¡¿Qué?! ¡Claro que no! —dijo Eloís—. Solo nesecitamos dormirlos. —Guiñó un ojo, señalando las municiones: eran dardos tranquilizantes.

—Pero, los dardos tardan en hacer efecto... —resaltó Zéfiro, apartando su rubio cabello, el cual le cubría los ojos.

—Estos no —respondió Eloís—. Los dardos poseen una sustancia catalizadora. Los tomé prestados del Ala de guardias.

—Bien pensado, majestad —le dijo Evan Grease—. Bien, muchachos —se dirigió a sus compañeros—, tomen sus armas; quien dispare menos dardos pagará las cervezas.

Se separaron y ubicaron en distintos  puntos, cargaron las armas y, a la señal de Evan, comenzaron a disparar.

Los guardias se percataron del ataque al ver a cuatro de sus compañeros desvanecerse como aves heridas. Sin perder el tiempo, comenzaron a defenderse disparando unas cuantas balas hacia los lugares de donde creían haber visto salir los dardos.

Los piratas se movilizaron y tomaron a los guardias por la espalda, logrando frenarlos por un momento. Eloís logró dormir a dos de ellos, pero aún estaba lejos de la entrada.

—¡Vamos, abra esa puerta! —exclamó Evan, dirigiéndose a Eloís—. Nosotros la cubrimos. —Estiró el brazo y jaló del gatillo, clavándole el sedante a uno de los guardias que se acercaba corriendo.

Eloís corrió hacia la puerta, cubriendo su cabeza con los brazos. Insertó la llave en la ranura y no hubo necesidad de girarla siquiera. Tan pronto entró en contacto con la puerta, está se abrió.

—¡Ya está! 

—Danos... un... momento —respondió Zéfiro, quien estaba tardando en tumbar a su rival.

—¡Espera! —dijo Eloís, quien quiso poner a prueba su puntería.

La princesa cargó la pistola tranquilizante y apuntó hacia donde estaba la pirata. Esta y su rival se movían demasiado; era complicado saber cuándo disparar.

—Okey... Eloís, calma... —se dijo a sí misma—. Tres... —Entrecerró los ojos—. Dos... —Tomó aire—. Uno...

Jaló el gatillo, dándole al sujeto en el hombro; este no tardó más de un minuto en caer al suelo.

—Genial —gritó Zéfiro, levantando los pulgares.

Con el camino libre, los cinco pudieron ingresar al búnker.

Se adentraron en un largo pasillo que iba de bajada. Hacía bastante frío, las paredes estaban recubiertas con placas de aluminio y del techo colgaban lámparas con sensor de movimiento.

Tras caminar unos metros, se vieron imposibilitados de continuar; la puerta estaba bloqueada y pedía que se insertase una tarjeta de acceso.

—Creo que necesitarán esto... —dijo Cárter, mientras sacaba una tarjeta del puño de su camisa y se la entregaba a Eloís—. Se la robé al guardia mientras estaba inconsciente, supuse que serviría —explicó.

Los cuatro de Monarca ©️ [U EDICIÓN WATTPAD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora