—¿Pero por qué no se lo dices a alguien más? —decía Jace.
Ella lo había interceptado tan pronto como lo vio dejar la sala de artes: le había enviado un mensaje antes; sin embargo, al no tener respuesta, lo buscó por cuenta propia.
—Vamos, no será igual si me ayuda un extraño —insistió ella—. Entrenas guardias, ¿qué tan difícil puede ser? Además... Soy buena aprendiz... —agregó con una sonrisa de oreja a oreja.
Tras aquel enfrentamiento con arpones, Eloís estaba decidida a trabajar en su destreza física; si el camino que había tomado estaba lleno de pruebas similares, quería aprender a defenderse por su cuenta y no ser una carga para su equipo.
—No sé... No creo que sea conveniente porque... —se giró para no verla mientras se inventaba una excusa. En realidad, podía entrenarla; sin embargo, sabía que sería difícil hacerlo con el mismo rigor que a los guardias que tenía bajo sus órdenes.
—Bien... —dijo ella, haciendo el ademán de alejarse—. Mejor se lo pediré a León, tal vez él sí...
—Okey, bien, te ayudaré... —dijo Jace, haciendo que ella regresara corriendo.
Ella le pidió que no tuviera consideraciones especiales y la tratara como un guardia más; sin embargo, a tan solo una hora de comenzar el primer día de entrenamiento, Eloís comenzó a arrepentirse de sus palabras.
—¿Es en serio? Eloís, solo has hecho cien, te falta la mitad... —decía Jace, mientras, desde la comodidad de una silla, veía como Eloís padecía a la hora de levantarse para hacer un abdominal más.
—Dame... un... segundo... —pidió ella, estirando los brazos en el suelo—. Qué mal te hice yo para que hicieras esto... —se quejó, llevándose el dorso de mano hacia la frente de manera dramática. Tras veinte vueltas al circuito y diez minutos de ejército de fuerza, estaba por desmayarse.
—Es el entrenamiento diario para un guardia del palacio... Y es lo básico —explicó Jace, riéndose de su manera de reclamar.
—Con razón siempre andan de mal humor... —continuó ella—. Además, estoy segura de que hiciste trampa... ¡¿Cómo es que terminaste tan pronto?!
—Vengo haciendo esto desde hace tres años, ya tengo costumbre... —respondió él: se había ofrecido a realizar los mismos ejercicios que ella para demostrarle que no eran difíciles (lo que no tomó en cuenta fue que ella podía tener gran resistencia; sin embargo, los ejercicios de fuerza le costaban más).
—Mejor levántate... —Rio Jace, ofreciéndole la mano para ayudarla—. Ve y toma una de las espadas de entrenamiento... —le dijo, señalando un estante a pocos metros de donde estaban.
Eloís obedeció y regresó con el objeto en mano.
—Bien, para comenzar, históricamente en Monarca los reyes manejan espadas de un filo. Para desarmar, cuando irónicamente, pueden matar sin ninguna represalia en casos especiales.
—Parte de la filosofía, según tengo entendido.
—Exacto. En Monarca, la defensa es un tipo de ataque y los golpes del oponente siempre pueden usarse en su contra. Somos referente en la creación de armas, e incluso estas son el reflejo de las mentes para quienes se forjan o quienes la adoptan. Libay es nuestro principal comprador de espadas, amantes de las peleas cuerpo a cuerpo. Dejamos de proveer a Ludonia, por lo letal de sus pedidos. Y en Savha, se prefiere todo aquello que adapte la electricidad.
—Puedo... intentar con un báculo.
—Un arma curiosa... no sé porque me sorprende viniendo de ti —Rio.
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Los cuatro de Monarca ©️ [U EDICIÓN WATTPAD]
Novela Juvenil⚜"Cuando pasado y presente convergen, pueden dar pase a un nuevo futuro..."⚜ ¡Felicidades, acabas de heredar un reino perdido! Felicidades, acabas de heredar penas, errores, deudas, enemigos y cicatrices... Si Eloís pudiera "hacerse bolita" y e...