Capítulo 4.1 - Rencores

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Antes de que las explicaciones se pusieran al descubierto, un nuevo actor ingresó a la escena para poner orden tras el estruendo que lo invocó.

Los tres implicados caminaron, en completo silencio, hasta la sala de estar. Una vez ahí, Leopoldo hizo un hercúleo esfuerzo para conservar la paciencia y dijo:

—Bien, ahora, por por amor a Monarca, ¿alguno puede aclarar esto?

Eloís no lo pensó dos veces y levantó la mano pidiendo la palabra. Sus mejillas se sonrojaron a más no poder cuando explicó lo ocurrido, tal cual como lo vivió su hiperactiva mente, y pidió disculpas por todo.

Luego ellos la siguieron y explicaron la confusión disculpándose por perseguirla.

—Oh no, por favor. No fue nada fuera de lugar, yo les di opción a imaginar lo peor. Pero sí quisiera saber cómo puedo enmendar mi error —insistió Eloís—. De saber que el mueble era mera decoración no me habría...

—De hecho... No lo era —interpuso el chicos de la espada—. Lo del mueble y la guitarra... yo los rompí.

—¡¿Tú qué?! —dijo su amigo.

—No lo hice a propósito, el balón se me escapó —se defendió levantando las manos.

—Jace, ¿quién con cuatro dedos de frente usa un balón en un lugar así?

—Pero... estaban como nuevos cuando entré —comentó Eloís.

—Es que... Tal vez use un pegamento extraño que encontré por ahí... —declaró el culpable, con una ligera sonrisa.

—Na, ya déjalo... —dijo Estéfano. La verdad ni le sorprendía—. En serio me sorprendes. Ni un niño habría hecho cosa tan carente de astucia, ¿sabes? Te toca solucionarlo.

Jace asintió.

—Ahora sí, ya que no hay nada más que declarar— intervino el mayordomo—, ustedes vuelvan a lo suyo y yo a lo mío —concluyó Leopoldo, dejando la sala con cara de "no me pagan lo suficiente".

Los tres jóvenes se quedaron en la habitación, sumidos en un incómodo silencio.

—Parecía que sus ojos iban a estallar o... No sé, salirse de sus órbitas —dijo uno de ellos, haciendo gestos y refiriéndose al cómico tic de Leopoldo que surgía cada que se alteraba.

Eloís no pudo evitar reír, cubriéndose el rostro al sentir que era poco adecuado. Pero los dos chicos acompañaron su risa, dándole confianza y rompiendo la tela de tensión que los cubría.

—Dejando a un lado este asunto... —Se comenzaron a aplacar las risas—. Déjenos presentarnos, princesa. Yo soy Jace Dálaras y es un gusto dirigirme a usted en un contexto más calmado —dijo el primero, haciendo una pequeña reverencia con la espada aún en mano.

El joven de piel bronceada era alto y de porte atlético. Sus rubios cabellos apuntaban en la misma dirección y parecían tan suaves como la seda, se notaba que les dedicaba un buen tiempo. Además, se expresaba como un conferencista, de esos capaces de vender incluso una roca de río.

—Y yo me llamó Estéfano Di Génova —se presentó el otro, haciendo el mismo ademán que su compañero.

Este era un poco más bajo que el primero y, aunque no parecía ser un aficionado a los deportes, se mantenía en forma. Su cabellera era como un conjunto de resortes rojizos que caían por su frente, enmarcando sus ojos. Además, su sonrisa transmitía paz y Eloís podía jurar que veía en él un brillo peculiar, se sentía cómoda con su presencia.

Los cuatro de Monarca ©️ [U EDICIÓN WATTPAD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora