Capítulo 3

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— ¿Ustedes son cristianos? —le preguntó Zoe a Max.

— Sí —contestó él firmemente.

— Nosotras también somos cristianas —le dije mirando a sus hermosos ojos.

— ¿Ah, si? —preguntó sorprendido.

— Sí —afirmé con mis brazos cruzados— ¿sorprendido? —le pregunté en tono burlón.

— C-cuando dije que no eran de nuestro tipo me refería a...

— No, no quiero saberlo —no lo dejé terminar su oración—. De todas formas, perdón por las molestias ocasionadas —le dije y me dirigí hacia el elevador.

Zoe se fue detrás de mi camino al elevador.

— ¡Esperen! —dijo mientras corría hacia nosotras, pero ya era demasiado tarde, las puertas del elevador se habían cerrado.

— ¿Qué pasó ahí? —me preguntó Zoe refiriéndose al momento en el que secamente le contesté a Max.

— No lo sé... —le respondí confundida. Realmente no sabía por qué había actuado así.

— Bueno, al menos lo intentamos —me dijo con una ligera sonrisa.

Cuando llegué a mi casa invité a Zoe a entrar, pero tuvo que irse.

Era la primera vez en mucho tiempo que me perdía un atardecer, pero al ver los ojos de Max vi en ellos el atardecer más hermoso de todos, el de sus hermosos ojos color miel.

— ¿Qué me pasa? —me pregunté a mi misma.

Era de noche y no podía dormir. No salía de mi mente el retrato de su rostro, el de Max.

— ¡Te reprendo! —dije dentro de mí, tratando de sacar la viva imagen de él de mi cabeza.

Tenía que descansar para poder levantarme temprano al día siguiente. Era domingo y debía ir a la Iglesia.

Llegó el domingo. Me levanté temprano como siempre, a las 7:00 AM.

Después de asearme y desayunar tuve mi devocional diario con Dios. Nunca dejaba de buscar del Señor, anhelaba estar ante su presencia, buscando su rostro temprano en la mañana.

Luego me preparé para ir a la Iglesia. Me puse un vestido de tirantes con estampado floral rojo, y por encima una chaqueta de mezclilla de mangas largas.

Zoe siempre pasaba primero por mi casa para ir juntas a la casa del Señor.

— Estas divina —me dijo sonriendo—.

— Tú también Zoe —le respondí de vuelta con una sonrisa.

— ¿Nos vamos? —me preguntó y asentí con mi cabeza mientras agarraba mi bolso.

La Iglesia quedaba a cinco bloques, por lo que siempre íbamos a pie.

Cuando llegamos nos sentamos en la primera banca como de costumbre. Era una Iglesia enorme, pero sencilla.

Junto a nosotras se sentaron Bianca y Regina. Eran hermanas, hijas de líderes de la Iglesia, pero su actitud siempre iba en contra del testimonio que debían dar como cristianas.

— Vega, Zoe —dijo Regina en forma de saludo.

— Hola, bendiciones —contestamos Zoe y yo al unísono.

Bianca ni se preocupó en saludarnos.

El culto iba a comenzar. El pastor se paró en el púlpito para comenzar orando y dar paso a la alabanza, y justo cuando todos nos levantamos para orar, se sintieron unos pasos en el pasillo.

Todos miramos hacia atrás, y para mi desgracia, o fortuna, eran Iván y aquel chico, Max...

Aquel chico que había conocido ayer estaba caminando por el pasillo, para luego sentarse a mi lado.

Nota de la autora
Oooh, ¿ahora Max se va a congregar en la misma Iglesia que Vega? ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Comenten y voten, ¡bendiciones!

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