Capítulo 23

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Max venía hoy a mi casa para vernos y charlar un rato. Como era de costumbre, estaba sentada en el portal de mi casa, esta vez con la divertida compañía de Orión, el cual ya estaba grande.

Mientras tomaba un delicioso té y leía un libro llamado «Asesinos de la Verdad», vi a lo lejos que Max venía, así que terminé rápidamente lo que estaba haciendo y me dispuse a esperarlo.

— Buenas tardes —se acercó a mi y me dio un beso en la frente.

— Hola —le respondí sonriendo—. ¿Qué traes ahí? —señalé su mano la cual tenía algo envuelto.

— Un delicioso postre de chocolate almendrado con fresas —respondió sonriendo mientras sacaba aquella hermosa tarta que tan solo de mirarla se me aguaba la boca.

— Ven, entra, vamos a probarla —lo agarré de la mano y entré con él a mi casa, y bueno, Orión nos persiguió.

Fui a la cocina y Max fue junto a mi. Sacó la tarta del envoltorio y la piqué para compartirla con él.

— ¿Cómo te fue hoy en el estudio? —le pregunté mientras comíamos aquel delicioso postre.

— Fue un buen día gracias a Dios, atendimos a varias personas. ¿Y a ti cómo te fue hoy señorita Martínez?

— Bueno, hoy me pasé el día entero en casa. Tuve mi tiempo con Dios, luego limpié un poco y terminé hasta dándole un baño a Orión— respondí sonriendo.

Me levanté para fregar los platos, y casi al llegar a la cocina Max me detuvo.

— Yo los friego —me dijo sonriendo mientras me quitaba los platos de las manos y se dirigía a la cocina para fregarlos.

— Gracias —contesté con una ligera sonrisa y fui junto a él.

— Oye, ¿sabes algo nuevo de los tortolitos cuchufletos? —me preguntó riendo.

— Zoe vino a verme hoy. Ya que no tiene que ocultar que es novia de Iván, se pasa todo el tiempo hablando de él —expliqué sonriendo.

Max terminó de fregar y se acercó a mí.

— Se ven muy cariñosos —me dijo con una leve sonrisa.

— Me alegro por ellos.

— Pero aunque son así de cariñosos, no son como nosotros —me dijo.

— Bueno, cada pareja es diferente. No todos tienen las mismas personalidades ni actitudes.

— Eso es lo que hace a cada uno especial, y esa es una de las cosas que vi en ti y me cautivó —se acercó un poco más a mi y me miró fijamente.

Yo disimilé, pero estaba sonrojada, parecía un tomate. El cogió mi mano y la puso en su corazón, y sentí que sus latidos eran rápidos y potentes. Algo iba a pasar, y no estaba segura de si era una buena idea.

— Yo... Te quiero mucho —puso su mano en mi cintura, y yo abrí los ojos asombrada.

Y de repente, sin decir nada e impulsivamente, me lancé hacia él y lo besé. Fue un comportamiento para nada normal en mí, pero en ese instante aunque no fue lo correcto, me deje llevar por el fuego del momento.

De repente el ambiente se puso romántico pero intenso. No parábamos de besarnos, y él me agarraba fuertemente acercándome cada vez más hacia él. Yo tenía una chaqueta puesta, y él lentamente comenzó a quitármela.

Pero ahí frené todo. Dejé de besarlo y lo empujé. Lo que iba a pasar no era correcto delante de Dios, y sentí de repente su alerta.

— Yo, lo siento —me dijo echándose hacia atrás.

— Yo también lo siento, me lancé de repente y no debí hacerlo —me puse mi chaqueta y bajé ni cabeza.

— Nos dejamos llevar, y no debimos hacerlo —dijo apenado.

— Nunca pensé que me ocurriría algo así, de verdad, no sé que me pasó —le contesté aún un poco agitada.

— Lo que íbamos a hacer, sea lo que sea que fuese, no era lo correcto, no si somos novios. Cometimos un error. Solo nos queda arrepentirnos y pedirle a Dios que nos ayude para que no ocurra otra vez.

— Y claro, también tener nosotros dominio propio —agregué.

Por unos segundos nos quedamos callados, mirando al suelo. Estábamos apenados con nosotros mismos, y nos sentíamos culpables delante de Dios.

— ¿Por qué no salimos a la entrada y nos sentamos un momento a orar? —me preguntó.

— Buena idea, vamos —salimos de la cocina y fuimos al portal.

Oramos a Dios pidiendo perdón en primer lugar y luego pidiendo dirección y ayuda para que tuviéramos dominio propio y esto no volviera a ocurrir. Luego nos despedimos y Max se fue.

Al anochecer todavía de mi mente no salía el recuerdo de lo que Max y yo hicimos. Al principio me sentí culpable, y hasta me di asco a mí misma, pero entendí que aunque lo que pasó e iba a pasar no era correcto, fue normal. Él me gustaba, yo le gustaba, y aunque lo principal en nuestra relación era agradar a Dios, seguíamos siendo humanos, que nos atraíamos, y lo que ocurrió fue que nuestra naturaleza humana sobrepasó nuestros deseos de agradar a Dios en ese momento. Por eso era necesario pedir perdón y dirección a Dios. Aunque era algo normal en nuestra naturaleza humana, no era correcto a los ojos del Señor ahora que estábamos en un noviazgo. Cada etapada trae cosas nuevas. Por ahora solo éramos novios y estábamos dispuestos a no añadir cosas en nuestra relación que pertenecían al matrimonio.

Crónicas de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora