Capítulo 20

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Hoy me levanté muy temprano, aproximadamente a las 5:30 AM. Dios me levantó y me puse a orar por muchas cosas. Por mí, por Max, por nuestros amigos, por nuestra relación que sólo era amistad por ahora, por su padre y por otros temas. Así que aproveché que me levanté temprano e invertí mi tiempo en hacer varias cosas para la casa.

Bañé por primera vez a Orión. Lo saqué al patio trasero, cogí la manguera y lo bañé allí. Para el fue un juego, pero a mi no me dio gracia llenarme de agua y pelos de mi travieso cachorro.
También decidí organizar un poco la casa. Limpié, organicé varias cosas y redecoré de manera sencilla algunas cosas. Ya por último cociné. Detestaba cocinar, tanto que casi siempre prefería encargar comida, pero pensé en que habían algunas cosas por cambiar en mi vida, y esta debía ser una de ellas.

Por otro lado, hablando de todo, todavía intentaba descubrir quién rayos era el chico que Zoe estaba conociendo, y por qué quería permanecer en el anonimato. Por ahora sospecho de alguien: Iván. Zoe y él pasan tiempo juntos, hay química entre ellos y de cierta forma congenian bastante bien. Sería genial que fuera él. Parece ser un chico solitario, callado y apartado, pero creo que más allá de ese Iván serio e introvertido hay un Iván divertido y genial.

Y bueno, ya que pensaba en lo de Zoe y quizás Iván, decidí invitarlos a los dos a mi casa, pero no juntos, sino por separados. Quería ver sus reacciones al encontrarse y bueno, aparte de todo eso, conocer un poco mejor a Iván, a quien no había tenido el placer de conocer mejor todavía.

Primero llegó Iván, y tuve tiempo para conversar con él un poco.

— Toma —le entregué una taza con café y me senté frente a él.

— Gracias —me contestó con una leve sonrisa y comenzó a tomar el café.

— Bueno Iván, creo que no hemos tenido el placer de conocernos bien —le dije y me miró extrañado—. Espera, espera, no me malinterpretes —agregué sonriendo—, me refiero como amigos.

— Vaya, que susto —dijo sonriendo y calmado.

— Cuéntame un poco más de ti, después de todo formas parte de mi círculo de amigos, el cual te confieso es bien pequeño.

— Me gusta la fotografía, tocar la guitarra y cantar.

— ¡No me lo esperaba! —le dije asombrada y riendo— Oye, tengo una guitarra en mi habitación, si la traigo, ¿podrías cantar algún himno? —le pregunté ilusionada.

— Está bien —me contestó mientras dejaba la taza de café en la mesita.

Fui de prisa a mi habitación y agarré la guitarra que mis padres me regalaron cuando cumplí diecisiete años. Era un regalo valioso que conservaba muy bien. Se la llevé a Iván y comenzó a cantar.

Sublime gracia del Señor
Que a un infeliz salvó
Fui ciego mas hoy veo yo
Perdido y Él me halló.

Su gracia me enseñó a temer
Mis dudas ahuyentó
Oh, cuán precioso fue a mi ser
Cuando él me transformó.

Ya libre soy, Dios me salvó
Y mis cadenas ya Él rompió
Y como un río fluye el perdón
Sublime gracia, inmenso amor.

En los peligros o aflicción
Que yo he tenido aquí
Su gracia siempre me libró
Y me guiará feliz...

Había dejado la puerta abierta para cuando Zoe entrada, y estábamos tan concentrados en esa hermosa canción que no nos dimos cuenta de cuando ella entró.

— No me dijiste que cantabas —le dijo a Iván con sus manos en el pecho y sonriendo.

— Suelo ser reservado a veces —dijo con una ligera sonrisa y la mano en su nuca mientras me entregaba la guitarra.

— Y tú no me dijiste que Iván iba a estar aquí —me dijo con los brazos cruzados y la ceja levantada.

¿Por qué le preocuparía que Iván estuviera aquí junto a nosotras? Eso me pareció sospechoso, pero no era evidencia suficiente para estar segura de que Iván era el chico misterioso.

— Bueno, espero que no te incomode —le dije sonriendo—. Es que desde que Max se fue nosotros tres no nos hemos reunido —aunque mi razón principal era ver si pasaba algo, era cierto que quería también pasar tiempo con mis amigos.

Así que conversamos, pasamos un buen rato hablando de nosotros y otras cosas. Este tiempo de charla de amigos fue muy bueno y productivo. Después de estar varias horas conversando y demás, recibí una llamada de Max, y cómo estábamos todos presentes decidí poner el altavoz.

— Hola, estoy aquí con Zoe e Iván —le dije sonriendo.

— Hola, chicos...

Su voz se notaba triste, y no podía creer que me daría la triste noticia que lamentablemente esperábamos.

— ¿Está todo bien? —le preguntó Iván.

— No... Mi padre... Él acaba de fallecer —dijo con la voz llorosa, se notaba la aflicción que sentía por la pérdida de su padre.

— Lo siento muchísimo —dijo Zoe con un semblante triste.

— Hermano —así le decía Iván a Max muchas veces—, lo lamento mucho.

— Lo siento mucho Max, ¿cómo te encuentras tú y tu familia? —le pregunté triste.

— Bueno... Estamos tristes evidentemente, y mi madre no para de llorar. Lo que más me duele es ver a mi abuela que acaba de ver partir a su hijo, es desgarrador —dijo con un tono de congoja.

— No sabes cuánto lo siento Max, lo que sea que necesites, me dices —le dije.

— Solo necesito que oren por mí y mi familia, estamos pasando un mal momento que se que vamos a atravesar, pero no cambia el hecho de que estamos sufriendo muchísimo la pérdida de mi padre.

— Claro —contestamos los tres al unísono.

— Y tú Vega, por favor, espérame un poco más... Mi madre y mi abuela están pasando un muy mal momento y no puedo dejarlas solas. Debo quedarme con ella por un tiempo más.

— Te dije que tenía toda la vida para esperarte, y te esperaré —le contesté.

— Te quiero —me dijo— y a ustedes también chicos.

Nos despedimos de Max y ya que estábamos los tres reunidos aprovechamos para levantar un clamor por Max y su familia. Era un momento muy difícil para ellos. Y yo, estaba dispuesta a esperarle. No quería parecer egoísta diciéndole que viniera, era más importante que Max permaneciera junto a su familia. Yo podía esperar, sobretodo esperar en el perfecto tiempo del Señor.

Crónicas de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora