Capítulo 4

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— Oh no —dije con mis cejas levantadas ante la inesperada aparición de los nuevos vecinos.

— ¿Pueden correrse por favor? —me preguntó Max en voz baja y yo asentí.

Me corrí y por ende Zoe, Bianca y Regina se corrieron para que Max e Iván pudieran sentarse.

Iván se iba a sentar a mi lado, pero por alguna razón Max se apresuró para sentarse primero junto a mi.

— Hola vecina —dijo sonriendo, mirándome de reojo.

— Shhhh —le mandé a callar poniendo mi dedo índice en mi boca—. El pastor está hablando —le susurré.

El sonrió y negó con su cabeza, pero me hizo caso y se calló para prestar atención al pastor.

Aunque él no dijo una sola palabra en todo el tiempo del culto, Regina y Blanca murmuraban a cada rato acerca de Max e Iván, que si eran guapos; que iban a hablarles después del culto; que si parecían obras de arte y muchas tonterías más.

Al finalizar el culto, Zoe y yo nos quedamos un rato conversando con algunos hermanos, y para mi sorpresa, Max estaba conversando con Regina y Bianca. Los miré por unos instantes, y de momento, nuestras miradas se cruzaron. Entonces vi que dejó de hablar con ellas y venía caminando hacia nosotras.

— Vecinas, Dios las bendiga —dijo mientras ponía su mano en mi hombro.

— Dios te bendiga Max —respondió Zoe amablemente.

— Dios te bendiga, Vega —dijo esta vez mirándome y esperando una respuesta de mi parte.

— Amén, igualmente a ti —contesté con una leve sonrisa, intentando ser agradable.

— Que vestido tan lindo llevas puesto —me dijo mirándome a los ojos, y con una agradable sonrisa.

No podía creerlo, a Max le gustaba mi atuendo. Y tampoco podía creerme que en mi mente hubiese actuado como una niña, pensando cosas como: ¡Le gusta como estoy vestida!

— Muchas gracias —le agradecí su cumplido amablemente.

— ¿Podemos conversar un momento Vega? —me preguntó el simpático chico de los ojos color miel.

Zoe me empujó con su hombro hacia Max. Técnicamente él tuvo que agarrarme para que no aterrizara en el suelo. Bueno, ahora no podía decir que no, ya estaba a su lado.

— Dime, ¿qué quieres? —le pregunté.

— Ayer tuvimos un encuentro incómodo. Dicen que no hay segundas oportunidades para primeras malas impresiones, pero me voy a presentar de nuevo —me dijo guiñándome el ojo.

Max estaba dispuesto a presentarse de nuevo para darme un mejor impresión de él.

— Hola, soy Max Freire, un placer conocerla —dijo extendiendo su mano.

— Hola, yo soy Vega Martínez, el gusto es mío —le seguí el juego y extendí mi mano para saludarlo.

¿Qué me estaba pasando? Normalmente era una pesada con los chicos, pero esta vez le seguí la corriente a uno. Ay, Vega Martínez, ¿qué te está ocurriendo?

Nota de la autora
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