🎇Capítulo 25🎇

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—Hee Jin —dijo la abuela Park al notar la presencia de su hija en el salón.

La delgada y desastrosa figura de su hija estaba recostada contra la puerta corrediza, dirigiendole una mirada aterradoramente vacía.

—¿Por qué? Dime por qué estás haciendo esto ¿tanto odio albergas en tu corazón hacia mí como para que quieras quitarme lo más preciado que tengo? —La pregunta fue formulada con una voz tan frágil como su cordura y tan rota como su consciencia, y si no hubiese sido por lo silencioso del lugar en el cual se encontraban, seguramente la suavidad con la que fue entonada dicha pregunta se hubiese perdido en alguna parte.

Había tardado menos de lo que imaginó, pero no lo suficiente a tiempo como para pensar que no lo había logrado. Las cuentas del mala que llevaba en su cuello como un collar habían fueron disminuyendo en cantidad a lo largo del recorrido que la llevó hasta la casa de su sobrino, ocasionando que la energía principal que mantenía unida a las almas de Hoseok y Jeong se fuese debilitando cada vez más.

—Lo que has hecho Hee Jin, debe ser detenido. Ya te lo dije en aquella ocasión, jugar con la muerte no es algo que deba hacerse. Hoseok ya está muerto, debes dejarlo ir para que pueda transitar en paz su camino al más allá y obtener su descanso.

—¡No! —exclamó en un grito desgarrador—. ¡Él no está muerto, él está vivo y me necesita! Necesita de su mamá para que lo cuide. ¡Ustedes no son más que un obstáculo dañino que ponen en peligro a mi hijo!

El arma que se balanceó al ritmo del temblor de su mano fue apuntada hacia el frente y el sonido de un disparo retumbó por la habitación. Una pared cerca de su madre fue atravesada por la bala. Hee Jin tenía toda la intención de quitarle la vida a todos los presentes, pero estaba tan cegada por su cúmulo de emociones revueltas que no fue capaz de apuntar correctamente.

La abuela Park al notar la inestabilidad de su hija ni se molestó en moverse, podía ver con claridad como el color puro de su alma se había ensuciado con la amargura de su corazón. Como madre, entendía como Hee Jin se sentía, ella misma estaba pasando por lo mismo al verla autodestruirse de aquella forma, sin embargo, para ese punto ella ya no podía hacer nada para ayudarla.

Hee Jin no podía salvar a Hoseok y ella ya no podía salvar a Hee Jin.

Otro disparo resonó, pero esta vez había rozado el brazo de Soo Young, la tela blanca de su suéter de hilo fue manchándose de rojo escarlata gracias a la herida que se había formado.

Al ver el estado inmutable en el cual su madre se encontraba, profirió un grito gutural y animal que lastimó su garganta. Luego sus ojos se dispararon hacia Jimin y Yoongi, pasando deliberadamente de Hoseok. Si no podía con ella, alguien más indefenso sería el blanco perfecto. El estallido de otra cuenta le hizo reaccionar, se estaba quedando sin tiempo, levantó su arma una vez más y disparó sin mirar. Sus ojos hinchados y rojos se abrieron desmesurados al ver que la bala había rebotado.

—¿Qué...

—¿Creíste que dejaría a esos muchachos sin protección? —cuestionó la abuela Park poniéndose de pie, y dando un bastonazo contra el suelo logró tirar a Hee Jin contra la pared. Había hecho exactamente lo mismo con Jimin cuando se vieron meses atrás—. Por como estabas cuando fui a visitarte no dudé ni un instante en que tomarías cartas en el asunto. Te tuve vigilada todo este tiempo, que no puedas ver las almas de los fallecidos no significa que no puedas oírlos. Si te hubieras molestado en escuchar, te habrías dado cuenta. Incluso en la montaña había gente esperando tu llegada y fueron quienes vinieron a mí a decírmelo.

Y esto no es cuestión de odio hacia ti jovencita estúpida, es una realidad que, aunque sea cruda y dolorosa, debes aceptar. Hoseok ya no está con nosotros, entiendo tu dolor, pero te has corrompido y has hecho cosas malas. Ese muchacho no tiene que estar aquí, rompes el delicado balance entre la vida y la muerte, Hee Jin.

—¡No! ¡No dejaré que lo hagas! —gritó levantándose del suelo. El golpe que había recibido por el impacto le había dejado con el cuerpo dolorido, pero no importó.

Con la poca fuerza física que tenía para ese entonces, se arrojó contra su madre, sin armas que pudiera usar contra ella, lo único que le quedaban eran sus propias manos con las que rodeó el fino cuello de su progenitora. La presión que ejercía le estaba quitando el aire, pero su madre seguía sin mostrar algún signo de desesperación. Su rostro apagado y frío ponía a Hee Jin de los nervios.

—¡Maldita seas! ¡No me veas así, lo odio! ¡¿por qué no haces nada?! ¡¿estás tan loca que no te importa morir?! ¡¡Te dije que dejes de mirarme así!! —Chilló con voz aguda, perdiendo totalmente los estribos.

La abuela Park estaba cayendo en la inconsciencia, lista para entregarse a la muerte, no obstante, de manera repentina el oxígeno entró en sus pulmones. Desviando su vista hacia el costado entre parpadeos lentos y con la vista nublada, divisó el cuerpo de Jimin sobre el de Hee Jin.

—¡Es suficiente! —exclamó Jimin a viva voz reteniéndola contra el suelo. Sus manos apretaban las delgadas y frágiles muñecas detrás de su espalda. Una técnica que había aprendido en la academia.

Al oír la voz de Jimin, el mundo entero de Hee Jin se derrumbó por completo. Si él estaba despierto eso significaba que no había podido salvar a Hoseok. Soltó otro grito removiéndose en un vano intento de deshacerse del agarre.

—Mamá...

Hoseok observó con profundo pesar el estado actual de su madre y se acercó a ella hasta tenerla frente a frente. Con mucho cuidado, él apoyó sus rodillas en el suelo, su mano en su desordenado y sucio cabello.

—Mamá, debes parar, ya todo terminó. —dijo con voz tierna y cariñosa—. Tú no eres así, eres más fuerte que esto, no tienes que lastimar a nadie.

—Pero...pero ellos...ellos quieren que te vayas, no quieren que estemos juntos...—respondió sin despegar su cabeza del suelo, por lo que su voz se oyó amortiguada por este.

—Ellos tienen que hacerlo, es lo correcto. Fue mi culpa en primer lugar, si no hubiese sido por mi imprudencia, ninguno de ustedes habría sufrido como lo están haciendo en estos momentos, tú más que nadie, pero eso no significa que la abuela o Jimin no estén sufriendo también.

Hee Jin rompió en un llanto uno desconsolado, lleno de un enorme vacío emocional.

Hoseok no podía hacer otra cosa más que seguir allí, viendo el profundo dolor del que era culpable. Si tan sólo no hubiese tocado aquel libro, si tan sólo no hubiese jugado con cosas que no comprendía en ese entonces, esa situación habría podido evitarse, pero como dice el viejo refrán, "lo hecho, hecho está", por lo tanto, debía y tenía que afrontar con responsabilidad las consecuencias de sus errores.

—Jimin ah...—Lo llamó Hoseok levantando su cabeza—. Se que no estoy en posición de pedirte nada dadas las circunstancias, pero ¿podrías perdonar a mamá? —pidió con sus ojos llorosos y voz quebrada—. Yo ya no podré hacerlo y sé que sabes que ella no es mala, sólo un poquito está rota, y necesita de ustedes para sanar.

Ese era el Hoseok que Jimin recordaba y jamás podría olvidar, su hyung de gran corazón que siempre estuvo para él. Él chico que sin importar cuánto le gritara o le insultara siempre estaba a su lado, cuidando de él, velando por su seguridad y siendo ese hermano mayor que nunca tuvo. Era obvio que su dolor jamás se compararía con el de su tía, pero eso no quitaba que su primo era su todo. Despedirse de él dolía tanto como una herida física.

Con las lágrimas acumulándose en sus ojos grises asintió con la cabeza, ya que era incapaz de pronunciar palabra alguna.

Hoseok sonrió en grande, esta vez dirigiendo su vista hacia su cuerpo que yacía inerte entre los brazos de un compungido Yoongi que no se sentía capaz de ser parte de la escena que se presentaba ante él.

—Detective Min...lo siento y gracias.

Hee Jin levantó su cabeza de un movimiento rápido, con la leve esperanza de ver allí a su amado Hoseok, pero en cambio, sólo encontró un espacio vacío.

✨IN THE LIGHT✨️ Vol.II ||YM|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora