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Año 1890.
El reflejo en el espejo me muestra lo bonita que me veo en el vestido de novia. Es de ensueño. Tiene una cobertura completa con un precioso encaje blanco. Mi cabello está recogido dejando simples rizos a un lado de mi rostro, con mariposas pequeñas plateadas revoloteando sobre mi cabeza.
Luzco tan perfecta que me asquea.
—Ya casi es hora —me dice mi madre.
Luce tan molesta, no sé si conmigo o con las circunstancias en sí. O quizás con Youngho.
Los recuerdos de la noche en la que esta pesadilla empezó me persiguen a medida que saboreo las letras que forman aquella frase. Puedo sentir los labios de Youngho sobre los míos, aún diciéndole que se quitara de encima. Puedo sentir una de sus manos aprisionando mi cuerpo mientras la otra vaga tratando de meterse bajo mi vestido favorito, o al menos lo era. Entonces recuerdo los gritos de aquella mujer, la más chismosa de la ciudad.
Oficialmente mi reputación se había ido a la mierda.
La hija del doctor de renombre y su bella esposa, envuelta en un escándalo, viendo a un hombre sin una chaperona de por medio y con sus manos debajo de mi vestido, que ya no es mi favorito. Le pedí varias veces que parara, que se quitara de encima.
Me habían faltado el respeto y todo lo que escucho desde ese día son frases como:
—Probablemente te lo buscaste, ¿por qué fuiste a verlo a solas?
—Vas a casarte con él para salvar tu dignidad y la de tu familia.
—Vamos a obligarlo a casarse, ¡quién más querría casarse contigo después de tal escándalo!
—Con esa reputación manchada, él es tu única opción para salvarte el pellejo. La zona entera está hablando de ti y tu aventura.
Él me había pedido ayuda aquella noche en la reunión de las autoridades de las zonas. Y yo no era mala persona, así que accedí.
¿Cómo es que alguien me falta el respeto y todo lo que obtengo es esta mierda?
Sí, pude haberle pedido que se disculpe y todo eso. Pero de nada hubiese servido porque todos saben que una mujer que tiene contacto con un hombre antes del matrimonio, no es más que una mujer que se queda sin posibilidades en cualquier aspecto de la vida.
Já. ¿Alguna vez hubieron tales posibilidades?
—Youngho está esperando —me dice mi abuela. Dejo de recordar aquella noche para poner atención al presente.
Mi esperanzas caen y todo en mí se pone alerta. No quiero hacer esto. No quiero casarme con alguien que me quitó la dignidad frente a una sociedad de mente cerrada que quita valor a la mujer bajo cualquier circunstancia.
