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El demonio llevó a Bright nuevamente a su departamento, lo sentó con cuidado en el sillón, le quitó la camisa y limpió un poco la herida, pero la sangre seguía brotando de la mordida, debía hacer algo lo más rápido posible.

—Quédate quieto, cauterizare eso —dijo volteando el rostro del humano con cuidado.

—Hazlo —pronunció ya casi sin fuerzas el joven.

Cuando por fin terminó el humano ya estaba inconsciente, entonces el demonio limpió y vendo su herida otra vez, luego lo acomodó bien y lo dejo descansar. Pasaron horas en las que el joven solo durmió, cuando por fin abrió los ojos se encontró acostado en el sillón, cubierto con una manta, miró a su alrededor y vio al demonio parado en el balcón, entonces se levantó y fue con el.

—Despertaste —dijo el cazador al sentirlo acercarse.

—¿Estuve inconsciente mucho tiempo? —cuestionó el joven apoyandose en el barandal a su lado.

—Solo unas horas —respondió el cazador.

—Solo unas horas —rio el humano—. Esta apunto de anochecer y me dices solo unas horas.

—Solo fueron unas horas —repitió el cazador—. ¿Te duele?

—Un poco, no mucho —aseguró el humano mirando su hombro.

— Esta bien —dijo el cazador volteandose hacia el—, pero lo revisare de todos modos —afirmó y quitó con cuidado lo que cubría la mordida para verla—. Ya dejó de sangrar, puedes quitarte el vendaje cuando quieras.

—Ok. —Asintió—. ¿Qué sucedió con todas las personas que...

—Están bien —respondió el cazador interrumpiendolo.

—¿Y el hombre que estaba mal herido?

—El también esta bien.

—Que alivió —murmuró el joven y entonces vio una expresión extraña en el rostro del cazador—. ¿Que sucede?

—Ese ataque fue mi culpa.

—Tuya, ¿por qué?

—No me di cuenta que el Dimoni que seguí solo me estaba alejando de ti —respondió molesto—. Era una trampa y yo caí en ella.

—No fue tu culpa —afirmó el joven—. Desde el principió no debí permitirte usarme como carnada, no fue buena idea ir.

—Fue mi error —aseguró molesto el cazador—. Nadie habría salido lastimado si yo hubiera estado allí.

—Esta bien, eso ya no importa, pudiste salvarnos a todos igual.

—Cometí un error.

—Todos cometemos errores.

—¡Los humanos cometen errores, no los demonios! —exclamó.

—No discutire contigo por eso —afirmó el joven—. Mejor dime, ¿quién es el Dimoni que te tendió la trampa de la que hablas?

—El mismo que me atacó el día que nos conocimos —respondió el cazador.

—¿Qué es lo que busca de mi?

—No.... no lo sé —afirmó apartando la mirada.

—De todas formas no me importa eso ahora, al menos no hubo más heridos —mencionó el joven.

—Es tu vida la que esta en peligro y aún así te sigue importando más la vida de los demás...

—¿Te doy asco? —lo interrumpió el joven mirándolo y entonces el cazador sonrió.

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