XVII

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—¿Ahora dime cómo es que te atraparon estúpido ángel? —cuestionó el cazador cuando esté por fin se curó por completo.

—¿¡Cómo crees que escapaste tan fácilmente de tu departamento!? —exclamó mirándolo Theo.

—¿Tú los de tuviste? —cuestionó entonces el joven.

—Lo intenté al menos —afirmó—. Pero eran demasiados y cuando apareció esa cautivadora les ordenó capturarme.

—¿Por qué? —cuestionó nuevamente el joven.

—Los ha estado vigilando y me vio el día que me llamaste —afirmó el ángel mirando al demonio.

—¡Imposible! —exclamó sorprendido el cazador—. Si hubiera estado cerca de mi lo hubiera sentido.

—Ella misma lo admitió demonio —aseguró el ángel— Es por eso que decidió usarme.

—¿Te uso? Pa....—pronunció el joven llevando la mano a su cabeza—. Pa...

—Detente humano —le ordenó entonces el cazador acercándose a el—. Debes descansar ahora.

—Vayamos a mi casa —propuso el ángel—. Estaremos seguros allí, al menos hasta que decidan que hacer.

—¿Y cómo crees que llegaremos allí? —cuestionó con el ceño fruncido el demonio.

—Tú ya la conoces —afirmó—. Vivo en el último piso del hospital.

—Maldición.

—Solo llevanos allá —le ordenó el ángel.

—Aún no entiendo porqué crees que puedes darme órdenes —mencionó el cazador molesto.

—¡No empieces ahora! —exclamó el alado—. El humano de verdad necesita descansar.

Y después de escuchar eso los ojos del demonio fueron al rostro pálido del joven, porque era cierto, el no había dormido bien en días, ni siquiera recordaba haberlo visto comer, realmente se estaba reprochando a sí mismo lo mal que cuidaba de él.

—¡Esta bien, vamos! —exclamó entonces y abrió un portal.

Cruzaron hacia el hospital y subieron al último piso, al entrar se toparon con lo que parecía ser el penhause lujoso de un hotel.

—¿Qué clase de ángel eres? —cuestionó entonces el demonio mirando alrededor.

—Uno con buen gusto —afirmó este sonriendo.

—Muy humilde también —dijo irónico.

—Que esperabas cazador, vivo en la tierra desde hace siglos —afirmó—. Y cuando decidí sentir era obvio que necesitaría dinero —rio.

—¡Estúpido! —exclamó entonces el cazador negando con la cabeza—. Decidiste sentir demasiado.

—Y tú que...

—Necesito darme una baño —El joven hablo interrumpiendo su discusión.

—Oh claro, la habitación de invitados tiene baño privado y puedes tomar algo de mi ropa si quieres —afirmó el ángel.

—Gracias Theo.

—No te preocupes, las habitaciones están por allá —mencionó apuntando un pasillo—. La mía es la que está a la derecha.

—Entonces iré a ducharme —dijo el joven mirando al demonio.

—Esta bien —respondió este.

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