•>Extra XXVII<•

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Luego de dejar la casa de sus padres, Bright fue a su departamento, aún no podía creer todo lo que había escuchado, ya no podía más, había tantas cosas mezcladas en su cabeza, tantas que le hacía desear olvidar todo por un rato. Pero aquello era algo imposible y aún con la cabeza llena, ya que ni siquiera el viento de la calle lo ayudo a despejarse, fue directo a la cama, intento dormir, pero no pudo hacerlo, no podía dejar de pensar en cuantas cosas hubieran sido diferentes si el, si el hubiera sabido todo desde el principio. ¿Por qué tenía que ser así?¿Por qué demonios tenía que ser de esa forma? se preguntaba sin parar. Pero después de un rato, su cabeza estaba tan repleta de pensamientos que comenzaba a causarle dolor, entonces se levantó de la cama, salío de su habitación y mientras caminaba a la cocina de un ruido detuvo sus pasos en el pasillo, estaba seguro que venía de la sala, aunque no sabía que podría ser siguió caminando. Al llegar allí, quedo paralizado, su respiración se corto, su corazón se detuvo y sus ojos se llenaron de lágrimas, porque frente a el, parado, estaba el cazador, el estaba allí, sonriendo, aún con la poca luz pudo ver su sonrisa, pero la felicidad que sintio en ese momento, desapareció de un instante a otro cuando este se desplomó frente a el, escuchando solo como su cuerpo golpeó con fuerza el suelo. Corrió hacia el desesperado y cuando lo tomó entre sus brazos pudo verlo, su rostro estaba golpeado y su ropa ensangrentada.

—¡Cazador despierta! —le suplicó tocando su rostro—. ¡Cazador por favor despierta! —repitió pero este no reaccionaba.

Sin tener éxito al despertarlo, el joven levantó del suelo al demonio y lo llevó a su habitación, acostandolo suavemente en la cama. Busco un tazón de agua y un paño para limpiarlo, cuando empezó a quitarle la ropa sintió su pecho oprimirse al ver que su cuerpo estaba lleno de moretones y cortes que aún no sanaban completamente, y le dolió, realmente le dolió. Comenzó a limpiar cada parte de el con cuidado, lenta y suavemente, cuando por fin terminó, pudo verlo aún mejor, dandose cuenta que el cazador estaba más delgado y que debajo de sus ojos tenía ojeras que nunca había visto en su rostro. El realmente parecía solo un humano más, otra vez ante sus ojos el demonio se veía tan frágil. Cambió los vendajes que tenía en algunos cortes y luego solo se recostó a su lado, mirándolo, sintiendo su respiración tranquila.

—Necesito escucharte decir que te quedaras cazador —susurró, acariciando su rostro—. Necesito saber que ya no te irás —afirmó con tristeza en su voz.

Los minutos que pasaron parecían ser eternos para el humano en ese momento, mientras observaba al cazador dormir, mientras memorizaba cada facción de su rostro, mientras contaba los latidos de su corazón, y como la primera vez todo parecía ser irreal, pero sabía que no lo era cuando veía los moretones en el. Entonces empezó a preguntarse si el demonio se quedaría, si se quedaría con el por fin, y pensar que podría marcharse de nuevo hacía que un nudo enorme se forme en su garganta, pensar que volvería a estar lejos suyo dolía.
Pero le dolía mucho más verlo de esa forma, y en ese momento de verdad creyó que todo, absolutamente todo hubiera sido diferente si el no fuera un humano, quizás si era un ángel o incluso un demonio nada de todo lo que paso hubiera sucedido, y el cazador frente a él, no estaría sufriendo de la manera en la que lo estaba haciendo, quizás todo sería más fácil. Realmente pensó que elegir ser uno de esos dos seres salvaría al demonio, al menos evitaría que el siga lastimandose de esa manera por querer protegerlo.

—Me quedaré —susurró entonces el demonio rescatando al joven de sus propios pensamientos—. Y lo que estás pensando, olvídalo —le ordenó aún con los ojos cerrados.

Y con solo decir aquello el cazador acabo con cada uno de los pensamientos que recorrían la mente del joven, dejando solo su voz, su voz y la felicidad que le provocaron esas palabras.

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