38 ❝ ROSAS ❞

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Félix se encontraba en el jardín. Estar rodeado de bellas flores cuando era primavera le encantaba, le fascinaba mucho los colores fuertes o suaves de los pétalos, hasta se sorprendía de las lindas formas. ¿Pero por qué se marchitaban? ¿Acaso lo bello siempre se marchita? ¿O se pierde?

¿Por qué una linda flor perdía su encanto?

Durante toda la mañana había pensado en eso. Nunca le interesó saber los nombres u origenes de las plantas, pero le encantaba su aroma, su color.

La vida que tenia.

Esos pequeños petalos eran blandos, delicados, frágiles y algunos tienen tallos con espinas, fuertes y duras. ¿Era una broma?

Cuando vió por primera vez una rosa, él era un niño aún, las vió arriba de la mesa con un envoltorio tan brillante que podía cegarte, era sin dudas un obsequio de unos de los novios de su madre. Sacó una rosa roja, sin avisar si podía hacerlo. Notó el rojo intenso de esta y tocó sus pétalos con suma suavidad, pero uno había caído.

Su mamá le iba a pegar sí seguía rompiendo sus cosas.

Tomó la hoja nervioso y asustado, fue cuando su pequeño dedo se incrustó dentro de una larga espina y filosa. ¿Por qué no había dolor? ¿Por qué le había gustado la sensación de lastimarse?

Siguió y siguió hundiendo su dedito. Las lágrimas comenzaban a brotar, entonces entendió que se estaba lastimando así mismo.

Su abuelo había llegado y con una expresión de horror se acercó al pequeño cuerpo que estaba temblando y miró lo que estaba pasando. No podía quitarle eso él solo, así que lo tomó en brazos y lo llevó al hospital para que lo atendieran correctamente.

Él era solo un niño. No sabía lo que era la sangre, mucho menos sabía lo que era el dolor. Todo el trayecto del hospital hasta su casa había aprendido algo: él dejó caer uno de sus pétalos, entonces la rosa roja se había vengado.

Desde ese entonces, aprendió a amar a las rosas, sobre todo porque sabían defenderse.

Y eso le parecía una broma. Le parecía gracioso identificarse con una insignificante rosa. Él era blando, delicado y frágil por dentro, mientras que por fuera, daba esa aura de duro y fuerte.

Había una gran diferencia y ese era el chiste: las rosas eran las fuertes, él no.

Claro, eso lo había comprendido hasta hace unos años, cuando su abuelo había sido ingresado en el mismo hospital. Él estaba en la sala de espera, mientras que una señora que no paraba de llorar, había tirado con sumo enojo un ramillete de hermosas flores y rosas.

¿Qué había pasado?

¿Ella sí sentía el dolor?

¿Por que él no? Mejor dicho, ¿por qué el dolor habitaba en él como si ya fuese parte de su ser?

Volvió a derramar un poco de agua sobre una planta que yacía en el medio del jardín. Esta era verde claro, con hojitas graciosas, por lo cual, el Félix de veintiún años se quedaba viéndola siempre que tocaba limpiar el jardín, ya que era Sunhee quien normalmente lo hacía.

Era tranquilo. Estar ahí era tranquilo, no tardaría en traerse un libro para leer durante su descanso, eso si Changbin no se lo esconde con la excusa de "es mejor leer entre los brazos musculosos de tu novio". Siempre reía cuando decía eso, siempre era la misma. Aunque el peligris negase eso, le gustaba ser abrazado por él, ya sea viendo la televisión, leyendo o haciendo nada.

Se sentía a salvo y eso era bueno.

Pero no del todo. No queria depender de Changbin, no queria que él fuese su salvación, su lugar seguro, sobre todo cuando el mundo es tan malo y las personas que habitan pueden hacer lo que quieran con tal de dañar a la gente.

━ 𝑀𝑖 𝐴𝑙𝑚𝑎 𝑅𝑜𝑡𝑎 ᯽ 𝐶𝒉𝑎𝑛𝑔𝐿𝑖𝑥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora