Capítulo 6

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Siempre dije que la vida eran momentos efímeros y que la felicidad se componía de lindos recuerdos y el valor que uno les pone a ellos, es por eso que me encuentro aquí, sentada en el pequeño jardín de la cabaña viendo el álbum de fotos que traje ...

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Siempre dije que la vida eran momentos efímeros y que la felicidad se componía de lindos recuerdos y el valor que uno les pone a ellos, es por eso que me encuentro aquí, sentada en el pequeño jardín de la cabaña viendo el álbum de fotos que traje conmigo, cada una eran recuerdos y a mi padre siempre le encantó captar cada momento de mi vida, desde que él supo que existía.

Veo la primera foto que tiene el álbum y es una mía donde se podría apreciar a una mini Adrianne de 1 mes de nacimiento tomando un biberon en el bosque cerca del claro de este. La segunda es de una pequeña yo, de 4 meses llorando a más no poder y llena de hollín.

Ahora entiendo varias cosas, como el que no viera una foto de mamá y tampoco una de mi recién nacida, tenían fotos de cada momento, mis primeros pasos, la primer palabra, mi cumpleaños, los días del niño, navidad, año nuevo, san Valentin accion de gracias, pascua, halloween, 4 de julio pero en ningúna de esas páginas había fotos de mi madre embarazada, tampoco de mi recién nacida, ni mis primeros días. Siempre que lo veía de pequeña, me daba tristeza, ver que había crecido sin mamá, varias veces llegué a pensar que había muerto otra que su causa de muerte había sido yo. Fueron momentos tan caóticos y llenos de sentimientos, jamás imagine que ella viviera, tampoco que fuera una diosa, menos la reina del olimpo. Y me alegra en cierta parte saber que no era huérfana y que mi mamá estaba conmigo a pesar de que sus labores eran demasiadas, pero los dioses pueden verlo todo.

Suspire, y llore, ahí en la soledad de mi cabaña llore, porque habían pasado tres días y volvía a estar sola, como en la aldea, pero ahora sin mi mejor amigo que me acompañara en esta aventura, los semidioses rehuian en cuanto veian acercarme, ni siquiera Jason, el hijo de Zeus al que mi madre dejó a cargo de mi era amable conmigo, cruzábamos dos o tres palabras.

Nadie quería cerca a la hija de la diosa del matrimonio, nadie quería pasar tiempo con la princesa del olimpo, pasaba mi tiempo en las clases del señor Dioniso y Quirón, mi tiempo libre lo seguía pasando ahí, en la casa grande jugando cartas con Dioniso y leyendo algunos libros que tenían en los estantes.

Escuché toques en mi puerta y seque mis lágrimas dirigiendome a abrir a quien sea que tocara de esa forma tan insistente.

Cuando abrí Lira otra de las ninfas que mi madre dejó a mi servicio estaba ahí con una bandeja con comida, no tenía ganas de comer rodeada de semidioses y le había pedido de forma amable a Lira que me trajera mi comida a la cabaña, no contaba con que la rubia hija de Athenea pasara y dijera en voz clara y fuerte un:

—Solo ve eso Percy las ninfas y los satiros están a su servicios llevándole la comida a la cabaña, ¡nadie aqui es su esclavo!— su voz sonaba molesta, no permitiría que hablara así y desde que aprendía controlar el embruja habla que Afrodita me había dado podía usar mi voz sin miedo a que alguien saliera mal parado.

—Que tu seas una semidios come libros, no te da derecho a que hables de esa forma como si yo no estuviera aquí, podrás estar todo lo celosa que quieras, pues yo soy una princesa, y no cualquiera, soy la hija de Hera reina del olimpo, soy Adrianne, hija de Hera diosa del matrimonio y princesa del olimpo, también si me lo propongo Annabeth Chase puedo ser tu peor pesadilla, así que más te vale que desde ahora me trates como lo que soy, una princesa, ¡porque les guste o no a ti y a la bola de patéticos semidioses yo soy hija de Hera, princesa del olimpo! ¡Y asi la tierra tiemble a mi me deben de respetar! ¡Les prometo por el río estigio que el próximo que diga algo de mi ira a ayudarle a Hades a limpiar el tártaro!— dije sin vacilar al ver que los semidioses se amontonaban a ver que pasaba, Quirón, mi madre, Ares y Dioniso también estaban entre ellos, mi madre sonreía orgullosa, mi hermano reía de la cara de los semidioses y por absurdo que parezca Dioniso sonreía a una semidiosa, pero no a cualquiera. Si no, a mi, a la hija de Hera.

Hija de Hera [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora