Intentar ser perfecta implicaba levantarse antes del amanecer la mayoría de días del año. No importaba si era como hoy un 7 de octubre o un 20 de mayo. Pero siempre había sido una persona ambiciosa y trabajadora así que suspirando profundamente apagué sin enfadarme el despertador que había interrumpido mi descanso.
Mi habitación era extremadamente pequeña, sin embargo, no podía quejarme ya que por muy diminuto que fuera mi hogar a excepción de mis padres todos contábamos con un cuarto individual. Mi cama era muy pequeña, a pesar de medir un metro sesenta mis pies rozaban el borde del colchón.
En silencio para evitar despertar al resto de miembros de mi familia que aún estaban durmiendo, encendí la luz de mi cuarto y comencé a revisar sentándome en la pequeña mesa de madera que cumplía la función de escritorio los deberes que no había hecho y el temario que daríamos hoy para llevar todo al día.
Menos de un 100 era para mí todo un sacrilegio y, aunque era una persona muy inteligente y contaba con una gran facilidad para aprender, tener esas calificaciones en el instituto The Athenea High School era imposible sin estudiar.
Y sacar menos de un 100 de media implicaría que se me retirase la beca que me permitía estudiar allí, cosa inconcebible para mí.
A la hora y media comencé a oír ruidos provenientes de la cocina, que me indicaban que mi hogar se había puesto en marcha. Ya había acabado de estudiar y estaba revisando los últimos cotilleos de famosos que tanto les gustaban a mis amigas y que yo, tanto odiaba.
El maquillaje, la ropa y los nuevos singles de nuestros cantantes favoritos no eran ningún problema, en realidad, suponían todo lo contrario para mí. Me encantaban, era de naturaleza presumida. Sin embargo, detestaba meterme en la vida de otras personas.
Supongo que se debía al hecho de que, si se metieran en mi intimidad, probablemente descubrirían mi secreto.
Deje mi móvil y salí de mi cuarto tras apagar la luz y dejar las ventanas abiertas para que se ventilase mi habitación.
-Buenos días- saludé entrando en la cocina dando un beso en la cabeza a mi hermano pequeño Habib.
- ¿Has dormido bien, cariño? - me preguntó mi padre mientras desayunaba.
Si él supiera lo temprano que me había levantado...
-Muy bien- le respondí sonriendo mientras tomaba mi taza con mi té verde- ¿Quieres que te coja un vaso, mamá?
Mi madre era una hermosa mujer musulmana, la mejor madre del mundo, que hacía ya cuatro años había sufrido un accidente de tráfico en el cual quedado parapléjica y en una silla de ruedas de por vida.
Debido a la situación económica de mi familia, no nos podíamos permitir el lujo de adaptar los muebles de la casa para que todo estuviese a su alance. Tras la tragedia, mi madre perdió su trabajo y provocó que mi hermano mayor Mohammed, quien al no estar desayunando supuse que ya se había marchado, tuviera que abandonar sus estudios para trabajar en un taller en un barrio de mala muerte en el cual le pagaban una miseria.
-Siempre tan amable mi Diala- me contestó mi madre sonriente moviendo su silla de ruedas para colocarse cerca de la mesa.
-Hoy tengo entrenamiento con las animadoras hasta tarde y después tengo que trabajar en el supermercado, así que volveré para cenar o a lo mejor un poco más tarde, no me esperéis -les informé mientras acababa mi desayuno y me despedía para ir a maquillarme al baño.
-Diala no te pases media vida en el baño maquillándote que no eres la única que vive en esta casa- se quejó mi hermana Mouna tras la puerta del baño.
Puse los ojos en blanco y seguí con mi labor, dejando la base en mi neceser rosa palo y cogiendo el corrector. Tenía una piel hermosa, en realidad, encajaba bien en los cánones de belleza. Una larga y hermosa melena morena que brillaba, una piel delicada casi sin imperfecciones de un color bronce, nariz pequeña respingona, cara en forma de corazón y unos ojos negros como el carbón. Sin embargo, como la mayoría de las famosas de la televisión, era guapa por naturaleza, pero siempre estaba bien algo de maquillaje.
Mi hermana Mouna lo odiaba y no podía ni siquiera pensar en la idea de ponérselo.
Tampoco ayudaba el hecho de que probablemente, el maquillaje de marca que había en mi neceser de Channel tuviese más valor que el baño entero.
Era un cuarto muy pequeño, en el que cabíamos dos personas con suerte y muy apretujadas. En un escaso metro y medio cuadrado de baño había una ducha enana en la que era muy difícil duchar a mi madre, un retrete que se mojaba a veces por el agua de la ducha y al que habíamos conseguido poner una barandilla para minusválidos, un lavabo en el que solo cabía un vaso con nuestros cepillos y pasta de dientes y encima un espejo.
Suspiré frustrada cuando acabé de maquillarme, era realmente una mala hija. En vez de invertir todo el dinero que ganaba en el supermercado para mejorar la situación financiera de mi casa, lo gastaba en tonterías para mí: maquillaje y ropa de marca, aunque esta fuera de segunda mano.
Pero era necesario para mantener la mentira en la que vivía y estaba dispuesta a pagar un precio alto para que no se desvelase.
___________________________________________
¡Hola lectores!
¿Qué tal están? Espero que estén bien, yo estoy muy emocionada de por fin publicar NUEVA HISTORIA.
Si os gusta votar, compartir y seguirme en mi perfil
Besitos 😍😍😍😍
ESTÁS LEYENDO
El Chico más Popular: Mi Novio Falso.
Roman d'amourDiala siempre supo que había nacido para el éxito: la chica más popular del instituto más prestigiosos del país, capitana del equipo de animadoras, líder del consejo estudiantil, miembro del coro y becada por sus excelentes notas. Aunque esto último...