«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "9"
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E V A N I A
Mi cuerpo se tensó por completo cuando lo divisé enfrente mío, sus manos a cada uno de los lados de mi rostro, su respiración chocando con la mía sin algún obstáculo y sus ojos conectados con los míos.
—Suéltame.—exigí intentando alejarlo de mí y así poder recuperar mi espacio personal pero era imposible cuando él seguramente tenía más fuerza que yo, me doblaba en altura y los músculos que se le marcaban me dejaban en claro que no podría moverlo ni un mísero centímetro.
—No quiero.—sus palabras salieron con lentitud y presentía que se burlaba de mí al hacerlo, me fue inevitable no apretar las piernas cuando su aliento mentolado chocó contra mi rostro.
—No te estoy preguntando.—intenté no concentrarme en otros detalles como su cuerpo, sino solamente concentrarme en la situación y muy probablemente la escena que estábamos armando, lo que menos quería era la atención de las personas.
Sus labios esbozaron una sonrisa ladina, dejándome ver casi por completo los perfectos dientes que tenía, incluso hasta eso era perfecto en él.
—Quiero que me expliques una cosa—una de sus manos fue a dar a mi quijada, elevando mi rostro dejando que nuestros narices rozaran sin timidez alguna, tragué saliva cuando lo sentí muy cerca de mi—, ¿Por qué nos ayudaste?—sus ojos escaneaban los míos de manera en que quería incluso confesarle mis más oscuros secretos—, no nos conocemos de nada como para que quisieras habernos ayudado.
Se quedó en silencio esperando una respuesta de mi parte que ahora no le sería difícil de conseguir cuando lo sentía y tenía tan cerca de mi.
Mis ojos en ningún momento se apartaron de los suyos, estaba más concentrada en aquel toque en mi quijada que me concentrada que en la misma situación, su toque parecía quemar cada partícula o célula que tenía en mi cuerpo. Era cálido su roce, y sus ojos azules casi grises me hacían sentirme lejos de la realidad.
—Yo...—no supe que responder cuando fui consciente de su pregunta.
—¿Por qué siento que ocultas algo tan peligroso y oscuro?—volví a quedarme en silencio cuando sus ojos conectaron de nuevo con los míos—, ¿Debería sentirme asustado por eso, Evania?.
La forma en que pronunció mi nombre me sobresaltó.
—No oculto nada.—intenté de nuevo apartarlo pero no funcionó.
