«Congeláremos el infierno si eso es lo que quieres, lo quemaremos y encenizaremos si así lo deseas, pero no nos pidas que te excluyamos de el, porque ese es el lugar al que perteneces y pertenecerás siempre, Evania.»
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C A P Í T U L O "61" ━━━━━━༺ꕥ༻━━━━━━
G A L I P
Mis manos temblaban.
Mi cuerpo ardía.
Estaba sentado enfrente de la puerta que decía urgencias. Estaba en alguna clase shock mental que no me dejaba procesar con normalidad la situación, me costaba aceptar que era ella quien ahora mismo luchaba por su vida.
¿Por qué le dije cosas que no eran reales?, ¿Por qué siempre tenía que hablar desde el odio y el rencor en vez de hablar como una persona madura?, se suponía que era el mayor de todos. Pero parecía ser un idiota, y lo era, era un grandísimo idiota con todos pero no quería serlo con ella.
Era la excepción de mi vida.
Greta era una jodida perra que ahora mismo debía estar pudriéndose en el infierno. Nadie terminaba ileso después de tocar algo que los Turcotte amábamos.
Porque eso era Evania.
La persona a la cual admiraba por salir del jodido infierno y lograr superar muchas mierdas. Era una guerrera y yo simplemente no supe cómo asumir que estaba conmigo.
Desde un principio fui un hijo de perra, no solo con ella sino con todos. Me volví así desde el momento en que tuve que asumir responsabilidades que no debía tener un niño a sus trece años.
El amor, se suponía que eso no iba conmigo pero llega ella con ese aire de si eres famoso me vale mierda y cómo se había convertido en la única persona en la cual no le interesábamos en lo más mínimo.
Nunca le interesó que fuéramos herederos millonarios dueños no solamente de la ciudad sino del estado entero y hasta más.
Me había dolido el alma al saber que se había ido, para siempre, en ese momento lo asumí de ese modo.
Pensé que jamás regresaría, con el pasar del tiempo no hice más que agrupar más y más odio en mi corazón, en esos momentos no quería saber nada de ella.
Y al verla después de tres años con un hombre al cual no conocía simplemente me hizo pensar cosas erróneas, como el que ella la había pasado muy bien estos tres años mientras que nosotros nos hundíamos cada vez más en nuestras miserias.
Aunque nadie me creyera me dolía como un infierno tratarla así, sonaban falsas esas palabras pero eran ciertas. No estaba feliz al tratarla así, tampoco me gustaba verla humillada y triste. Me dolía el alma.
