Osamu sostenía a Suna todavía en el suelo. Tenía la nariz ensangrentada y nunca lo había visto tan enojado, ni siquiera con su gemelo.
Atsumu pasó corriendo junto a mí para levantar a nuestro hermano.
Suna tenía una sonrisa maníaca en su rostro. Se quedó en el suelo, simplemente incorporándose sobre los codos y mirando a mis hermanos como si la situación fuera extremadamente irónica.
Me quedé inmóvil, tratando de darle sentido a la escena frente a mí, pero no pude.
Osamu no era del tipo que se peleaba, especialmente con su mejor amigo. Y Suna, a pesar de lo provocativo que era, no era el tipo de persona que iniciaba una pelea, al menos no una en la que se trataba de levantar la mano.
Atsumu y Osamu me dejaron atrás.
Mi sangre estaba hirviendo. ¿Suna lastimó a mi hermano? ¿Quién lanzó el primer puñetazo? No se veía tan mal, pero cuando finalmente se puso de pie, puso su mano en la parte de atrás de su cabello para masajearlo como si se hubiera golpeado la cabeza. Su expresión volvió a ser apática.
Antes de que mi mente pudiera procesar un pensamiento claro, mi cuerpo se movió para ponerse frente al chico de cabello oscuro.
—¿Qué pasó?— Pregunté con los dientes apretados.
Para enfrentar a Suna, que estaba a solo unos centímetros de él, tuve que inclinar la cabeza hacia atrás casi por completo, pero no me intimidaba su altura.
Trató de pasar, pero le bloqueé el camino.
—Sal de mi vista.—Siseó.
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Él también me levantaría las manos? En el fondo, estaba profundamente segura de que la respuesta era no, pero aún así ... Hasta unos minutos antes, nunca hubiera pensado que Samu y Suna podrían llegar a... esto.
—¿Golpeaste a mi hermano?— Pregunté, ignorando la forma en que sus ojos miraban al frente, ni siquiera encontrándose con los míos por accidente.
Sus manos agarraron mis hombros y me movió. —Te dije que te apartaras. No lo volveré a decir.
Lo dejé irse. Esperé unos segundos antes de entrar a la casa a mi turno, buscando a mis hermanos.
Atsumu bajaba las escaleras y vi su expresión cambiar cuando su mirada interceptó algo fuera de mi campo de visión, pero supe que era Suna por la ira que podía ver en su rostro. Corrí hacia él y lo detuve antes de que se metiera en problemas. Mis hermanos eran más musculosos que Suna en sus brazos, pero no sabría en quién apostar en una pelea entre ellos.
—¿Dónde está Samu?— Le pregunté. Sus ojos seguían apuntando lejos de mí, pero respondió.
—Arriba, en el baño. Kumiko se está ocupando de su nariz .
—Vayamos con él.
—No. Quiero encontrar a Suna y darle una paliza.
Tomé las mejillas del rubio entre mis manos y lo obligué a mirarme. —Tsumu, no. Vayamos con nuestro hermano.
Sentí que los músculos de su mandíbula se contraían de frustración bajo mis dedos, pero asintió y me dirigió al baño.
Miyagawa estaba parado afuera de la puerta abierta monitoreando la situación con una expresión de preocupación en su rostro.
Dentro de la habitación, Osamu estaba sentado en el inodoro con la tapa hacia abajo, mientras Kumiko, entre sus piernas, tomaba su barbilla con una mano para mantenerlo quieto y frotaba la nariz de mi hermano con la otra. Ya no parecía sangrar.
—¿Sabes lo que pasó?— Le pregunté a Atsumu en voz baja.
Sacudió la cabeza, manteniendo los ojos fijos en su gemelo. —Realmente no. Samu acaba de decir que Suna no es él mismo en este momento. Suspiré.
—Miyagawa, ¿puedes venir conmigo a traer un poco de agua para Samu?— Le pregunté al chico de cabello castaño.
—Claro. —Rrespondió, tan rápido como siempre, y empezamos a bajar las escaleras y caminar hasta la cocina.
Mi cabeza comenzaba a dar vueltas. Busqué a Suna con mis ojos, pero no pude encontrarlo.
Miyagawa me entregó un vaso de plástico y lo llenó de agua.
—Gracias. —Le dije.
—¿Hay algo más que pueda hacer?
Lo miré por un momento. —En realidad, ¿te importaría comprobar si Suna se ha ido y llamarme si lo encuentras?
—Seguro. Toma, dame tu número. —Me dijo entregándome su teléfono.
Marqué mi número y me llamé para quedar registrada y tener su número.
Fuimos por caminos separados. Volví arriba y le llevé el vaso de agua a mi hermano, que ahora tenía la cabeza entre las manos. Kumiko estaba a su lado y le acariciaba el cabello como para consolarlo.
—Samu ... ¿Quieres irte a casa?— Pregunté, agachándome para poder mirarlo a la cara. Su nariz estaba hinchada y enrojecida y ya se estaban formando moretones debajo de sus ojos.
El asintió. Se puso de pie y salió del baño.
Agarré la manga de Atsumu para detenerlo antes de que me siguiera. —Los alcanzaré a los dos más tarde. —Dije.
—No. No quiero que te vayas sola a casa.
—Me quedaré con ella. —Dijo Kumiko. —Un amigo mío puede llevarnos. No bebe, así que definitivamente puede conducir.
—Muy bien. Ten cuidado y llámame si necesitas algo.
—Sí. Envíame un mensaje de texto cuando estés en casa, ¿de acuerdo?— Atsumu asintió y se alejó.
Me volví hacia Kumiko. Me di cuenta de que estaba preocupada y su cerebro estaba acelerado, centrándose en quién sabe qué paranoia.
—Gracias. —Le dije.
—¿Por qué quieres quedarte? —Preguntó mientras salíamos del baño y bajábamos las escaleras.
—Quiero hablar con Suna. Es decir, si todavía está por aquí.
Me sentí lúcida, como si la situación me hubiera calmado, pero todavía estaba un poco mareada y mi visión seguía nublándose y volviéndose a enfocar. Me aferré a la barandilla sin ser demasiado obvia para no preocupar a Kumiko.
—¿Estás segura de que es una buena idea?
Podía escuchar la preocupación en la voz de mi amigo.
—Tendré cuidado de no molestarlo demasiado. —Le prometí.
Esto no hizo nada para apaciguarla, pero sabía lo terca que era yo con este tipo de cosas.
Mi teléfono comenzó a vibrar en mi bolsillo. Lo saqué y lo contesté.—Izumi-san, lo encontré. Simplemente salió por la puerta principal. —Dijo la voz de Miyagawa al otro lado de la pantalla.
—Gracias. Iré.
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Sour Boy | Suna Rintarou (TRADUCCIÓN/EN EMISIÓN)
Fiksi PenggemarPocas cosas en la vida eran capaces de molestarme infinitamente. Una de ellas era sin dudar Suna Rintarou. Miya Izumi y Suna Rintarou siempre encontraban alegría atormentándose mutuamente, pero en su tercer año de secundaria, durante una fiesta, las...