♡ Día 3. Bajo la lluvia.

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Durante las siguientes semanas, ambos chicos se han mantenido más cercanos. Algunos compañeros de Giyuu se dan cuenta de que sonríe más y soporta las quejas de su jefa, el bullying de los demás compañeros y el trabajo pesado.

Es como si ese Giyuu Tomioka no fuera el verdadero y lo reemplazaron con un hombre totalmente enamorado.

Cada vez que abre su celular, encuentra esa bonita imagen de Tanjiro entre los girasoles. Hasta ver la hora es un pretexto aceptable para poder ver su celular.

—¡Así que el chico bonito de la cafetería es tu novio! —la voz de Rengoku lo hace brincar en su lugar.

Giyuu se asoma por encima de su lugar, esperando que nadie más lo haya escuchado.

—Si, lo és... o algo así —dice Giyuu rascándose la nuca—. ¿Quieres dejar de gritar?

—¡No estoy gritando! —Rengoku se cruza de brazos.

—Entonces murmura —pide Giyuu—. No quiero que nadie se entere, ya es suficiente el bullying que recibo de Kocho y de ese par de víboras de Obanai y Shinazugawa.

—De acuerdo, ¿cómo van las cosas entre tú y él?

—Vamos bien, creo que vamos empezando una relación lenta y hemos tenido pequeñas salidas, compartimos mi hora de comida y hablamos todo el tiempo.

—Me da gusto por ti, el amor te ha cambiado mucho. Ahora eres un Tomioka feliz.

—Callate —ríe Tomioka.

Este miércoles por la tarde, Giyuu sale a tiempo de la oficina, antes de que Shinobu lo detenga. Escucha que también sus compañeros quieren ir a beber cerveza y comer alitas de pollo. La verdad no se siente de ánimos en ir, porque quien termina cuidando a ellos es él.

Pero al salir del edificio, se encuentra con el joven de cabellos burdeos. Giyuu sonríe de oreja a oreja y corre a saludarlo, arrastrándolo lejos del lugar y de los ojos de sus compañeros.

—Te hacía en casa —dice el azabache tomando de la mano al otro.

—Si, es que hoy no trabajé y quise verte —contesta Tanjiro. teniendo un ligero rubor en sus mejillas.

—¿Y qué hubiera pasado si salía más tarde?

—Tenía la corazonada de que saldrías temprano.

—¿Quieres ir a cenar? Podemos ir a ese lugar donde tiene la barra giratoria de sushi —sugiere Giyuu.

—De acuerdo.

En el camino van platicando sobre sus anécdotas del día, lo que hicieron y lo mucho que se extrañaron desde la última vez que se vieron.

Llegan a un restaurante y los llevan a una mesita cercana a la barra de sushi. Tanjiro descubre que a Giyuu le gusta mucho el salmón. Así también el azabache sabe que le gusta mucho los takoyakis.

—¿Está podría ser oficialmente nuestra cita número dos? —pregunta Tanjiro.

—Si, porque no estamos sentados en el parque comiendo un baguette de jamón canadiense —contesta Giyuu.

—Cierto —sonríe Tanjiro.

En esa plática, Giyuu conoce más de su chico. Le gusta cocinar y tiene otros cinco hermanos y sus padres tienen una panadería.

Tanjiro descubre qué Giyuu vive solo en esta ciudad y que su hermana y padres viven a unas cuantas horas.

—Así que te gusta el daikon de salmón —replica el más joven.

—Si, mamá me suele cocinar cuando los visito en diciembre —contesta el ojiazul.

—Intentaré aprender a hacerlo para cuando vaya a tu casa —dice Tanjiro.

—¿Irás a mi casa?

Tanjiro se pone nervioso y decide comerse un sushi para ahorrar tiempo, pero con la mirada penetrante del otro, no puede evitar morirse de vergüenza.

—Bueno... yo... ¡Ay dios!

Giyuu ríe levemente y toma la mano de Tanjiro, quien se sonroja un poco más.

—Está bien, me gustaría tener una visita qué no sea mi familia o mi compañero de trabajo —agrega Giyuu.

—Me gusta la idea —sonríe Tanjiro.

Continúan comiendo y platicando más de ellos. Tanjiro le cuenta que tiene problemas con unos compañeros para hacer una maqueta, pues está estudiando arquitectura y siente que trabajar en equipo no está funcionando en su grupo.

Giyuu le cuenta que pronto tendrán un cierre de cuentas y es posible que se queden a dormir en la oficina si es que llega mucho trabajo.

También sugieren qué hacer en su próxima cita, decidiendo ir al cine o ir al teatro.

Al final, terminan totalmente llenos de comer demasiado sushi y deciden irse rumbo a casa. Por fortuna que viven cerca, lo malo es que...

—Está lloviendo —hace una mueca Tanjiro.

—Y no parece que vaya a terminar pronto —agrega Giyuu mirando el cielo.

Dentro de su maleta de trabajo, Giyuu busca aquella sombrilla que siempre carga. La mayoría de los oficinistas siempre cargan con una para este tipo de casos y por suerte el azabache encuentra la suya. La abre y se coloca debajo de la lluvia.

—¿Caminamos bajo la lluvia? —le tiende la mano.

—De acuerdo —sonríe Tanjiro aceptando la invitación a caminar bajo la lluvia.

Aunque no es suficiente grande para cubrir a ambos, pegan sus cuerpos, caminando hombro con hombro, Tanjiro metiendo su mano en el brazo de Giyuu. Ambos en su interior saltan de felicidad por disfrutar de esta cercanía.

Estando cerca, puede notar el delicioso aroma de Giyuu sobre su traje. Le encanta mucho, esa colonia fresca y que ahora ha grabado en su memoria para cuando quiera recordar el chico que le gusta.

GIyuu quisiera hacer algo más que solo caminar abrazados, pero al ritmo que van podría espantar a Tanjiro. Es mejor ir tranquilos para conocerse y disfrutar del romance que están cosechando.

Llegan a la panadería Kamado, donde Tanjiro le dice al mayor que en la casa de al lado es donde vive con su familia.

—Gracias por traerme a casa —sonríe Tanjiro—. Deja que te dé algo delicioso por agradecimiento.

Ambos entran a la panadería, siendo recibidos por sus padres. Giyuu nota que la calidez de su familia es igual a la de él, solo que por estar enamorado de Tanjiro, siente que él brilla como el sol.

El chico barista llega con una bolsa llena de pan y al intentar pagarlo, Tanjiro le dice que es como agradecimiento por llevarlo a casa sin tener que enfermar.

—Me avisas cuando llegues, por favor —pide Tanjiro.

—Por supuesto. Descansa.

Antes de que Giyuu se dé la vuelta, Tanjiro lo toma de la camisa y se levanta sobre sus puntas para darle un beso en la mejilla. El azabache se queda congelado y sus mejillas se ruborizan.


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