3. Cazador

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Capítulo corregido

Ada Lancaster

Me encontraba en el consultorio del doctor Steve, era mi primera terapia y estaba un poco nerviosa. Llevaba ya casi una semana en aquel lugar, y pese a lo que esperaba, era un lugar bastante cómodo y pacífico, pero al mismo tiempo había una mala sensación que no me dejaba tranquila.

Steve entró a la habitación, se sentó e inició la sesión de rutina, no respondí nada ante sus cuestionamientos, pero tomé algunos consejos que podrían servirme más adelante.

—Muy bien Ada, no voy a presionarte si aún no te sientes segura para hablar, iremos a tu ritmo. Por ahora, puedes regresar a tu habitación o ir a dar una vuelta por el centro para distraerte, si te soy sincero, preferiría que tomaras la segunda opción.

Asentí en modo de agradecimiento y salí del lugar. Estaba cansada de estar todo el tiempo en mi habitación, era fría y yo detestaba el frío en cualquier contexto.

Comencé a caminar alrededor de los jardines, había bancas de metal junto a los árboles, me senté en una cuando encontré un lugar un poco más alejado de los demás, estaba casi en los límites de la propiedad.

Respiré profundo y reposé mi cabeza en el respaldo de la banca, poco después, me giré al ver algo por el rabillo de mi ojo.

Un libro. Estaba en la banca, lo tomé con curiosidad "El diario de Ana Frank" decía el título.

Comencé a hojearlo con cuidado, pronto me di cuenta de que había un separador entre las páginas, sin darme cuenta, comencé a leer con rapidez, me gustaba la lectura, pero no era mi pasatiempo favorito, sin embargo, el libro era interesante. Cuando menos lo pensé, ya había leído poco más de treinta páginas.

—¿Disfrutas de mi libro?— di un respingo en mi lugar al escuchar la voz, al levantar la mirada pude ver al dueño.

Era el mismo hombre que había visto el día de mi llegada.

—Hice una pregunta.— dijo poco después, arrebatando el libro de mis manos —Y cuando yo pregunto algo, lo mínimo que espero es que me respondan.

Obviamente no respondí.

Él asintió y sin decir nada más, se sentó junto a mí. Al instante me retiré al otro extremo de la banca.

—Hey, tranquila. No voy a hacer nada. Sólo vine porque olvidé mi libro hace rato, pero veo que ya alguien más lo encontró e incluso se tomó la libertad de leerlo,— lo miré avergonzada, me dio una sonrisa de boca cerrada —no te preocupes, entiendo que estar aquí es asfixiante. Entiendo un poco a Ana,— señaló el libro comenzando a divagar —pero ya lo dijo ella, las personas libres jamás entenderán lo que los libros significan para quienes estamos encerrados— suspiró con la mirada perdida.

¿Cuánto tiempo tenía él en aquel lugar?

De pronto su semblante oscureció. Se puso de pie repentinamente.

—Quédate con él, si quieres, yo ya lo he leído unas tres veces y tú parecías muy interesada.— lo miré sorprendida cuando dejó el libro en mi regazo —Nos vemos, espero que para la siguiente, el libro sea tan bueno que al menos merezca que me dirijas la palabra.— Bromeó, pero no comprendí hasta poco después —Adiós, fräulein.

Fruncí el ceño al no entender lo que dijo. No era nuestro idioma natal, eso era seguro. Nosotros estábamos en una pequeña cuidad llamada Ciudad Granate, al norte de Canadá. Se hablaba español, inglés y algunos cuantos hablaban francés dada la mezcla de culturas, pero jamás había escuchado el idioma que él habló.

Llegada la noche, regresé a mi habitación, no tenía hambre suficiente para ir a cenar. Me sorprendió ver a Steve frente a mi puerta. Me miró con una sonrisa que me pareció siniestra.

—Ada, al fin te encuentro,— miró el libro entre mis manos cambiando su expresión —veo que estuviste ocupada, ¿puedo ver?— extendí el libro en su dirección —Oh, Ana Frank, conociste a Hades, entonces —no fue una pregunta.

Hades.

Ese era su nombre.

—Bueno, no importa,— dijo algo contrariado —ya es un avance que quieras hacer amigos. Y precisamente por eso,— habló regresándome el libro —es que mañana voy a presentarte a uno de tus compañeros, llevas ya una semana aquí y no te has acercado a nadie,— lo miré —Hades es un caso aparte, diferente.— no comprendí. —Mañana te espero a las diez de la mañana en el consultorio principal, ¿sí?, sé que va a ayudarte.

Asentí.

—Bien, buenas noches, Ada. Descansa.

Entre a mi habitación, me puse el pijama y me recosté en la cama. Abrí el libro de nuevo, justo en la página en donde estaba el separador, no lo había movido de su lugar. Era un separador de color azul oscuro, de esos que te dan en la compra de cualquier libro, pero tenía algo especial, una frase:

"El secreto para ser un buen cazador es conocer a la presa, estudiarla, engañarla, sólo así podrás atraparla"

¿Qué quería decir eso? Bien podría ser sólo una frase al azar, pero algo me decía que tenía un mensaje implícito en ella. 

Cuando dejes de amarme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora