Hades Cavalli.
Jodida mierda.
Pensé mientras conducía rebasando los malditos límites de velocidad.
Adabelle Lancaster me estaba jodiendo totalmente.
Sus ojos, su cabello, su puto aroma a flores, sus labios. Esos labios que moría por probar.
Pero no podía hacerlo. No debía. Porque no era estúpido, sabía que sus labios serían mi perdidción si cedía ante ella.
Y eso era algo que no me permitiría, no podía olvidar que ella era sólo parte de un negocio, un plan. Una deuda saldada para que mi padre finalmente me cediera los derechos completos de la empresa del abuelo, esa por la que había trabajado duro desde que tenía quince.
A dónde me dirigía, precisamente.
Tenía una reunión con el padre de Ada y el mío, debía informarles sobre el avance que había tenido.
Eso me ponía aún peor. No paraba de pensar en una castaña de mirada inocente y lo que pensaría de mí si llegase a enterarse de eso.
No me importaba.
Traté de convencerme, pero sabía que era mentira.
—Hijo, que gusto verte— mi padre saludó cuando llegué media hora más tarde. El señor Lancaster se encontraba sentado al fondo en un sofá, no me dedicó una sola mirada.
Mejor así.
Sus ojos me recordaban a los de cierta señorita.
—Al punto padre, no tengo tiempo como para desperdiciarlo en charlas innecesarias.
—Siempre tan impaciente, Hades— comentó despectivo.
Dimos por iniciada la reunión.
Odié el sentimiento amargo que se albergó en mi pecho durante la misma, como si estuviera traicionando a alguien.
Sabía perfectamente a quién.
Pero no debía importarme, porque al fin y al cabo, ese era mi propósito.
Durante la reunión, mientras los idiotas frente a mí me felicitaban y hablaban entre ellos sobre el avance que había tenido, no pude evitar ignorarlos y tomar un lápiz y un papel. Comencé a trazar líneas y formas distraídamente. Hasta que me di cuenta que el boceto se parecía muchísimo a alguien.
Puta madre.
Observé los ojos oscuros que parecían mirarme fijamente desde el papel, no pude evitar notar que faltaban las características pecas que sólo podía ver si me acercaba lo suficiente.
Debería pedirle que me dejara contarlas para poder dibujarlas con exactitud.
—Debo reconocer que fue impresionante— comentó mi padre -afortunadamente- sacándome de mis pensamientos, la reunión había terminado —vas bien con esa muchacha, en menos de lo que crees la tendrás comiendo de la palma de tu mano. Pensé que no lo lograrías.
—Como siempre, te equivocaste respecto a mí— respondí levantándome de la silla.
—No seas ridículo— siseó —antes de que acabes con mi buen humor, quiero darte algo por tu excelente trabajo.
Era una mierda si mi padre lo describía como un excelente trabajo.
—Debo irme— comenté.
Era mi último día con él, el día anterior habíamos pasado entre papeleo de la empresa. El señor Lancaster se marchó en cuanto terminamos la reunión, así que sólo quedamos mi padre y yo en el que solía ser mi despacho cuando trabajaba en su oficina.
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Cuando dejes de amarme ©
RomanceUn hospital psiquiátrico, un trato que cumplir y dos corazones buscando consuelo. A veces, el amor llega cuando menos lo esperas, en un segundo, en un susurro, tan sigiloso como el viento. Hades y Ada aprenderán que se puede encontrar el amor en d...