Capítulo corregido
Adabelle Lancaster.
Dos años atrás.
—¡Vamos Belle, será divertido!— dijo la pelirroja comenzando a sacar vestidos de mi guardarropa.
—Dije que no, Bianca, ya sabes que no me gustan esas fiestas— era lo que me decía mí misma para controlarme.
—Por favor, sabes que tú siempre eres el alma de la fiesta, además ¿me vas a dejar sola? ¿qué tal y algo me pasa? sobre tu conciencia quedará.
Analicé mis opciones, sabía que lo más prudente era permanecer firme y decir que no, pero el saber que podría ser la última fiesta antes de ir a la universidad venció el primer pensamiento.
No tomaré nada, me dije a mí misma.
—Está bien, pero no vamos a comprar nada y vamos a regresar a las once, ¿entendido?
Y no tomaré nada.
—¡Bien!— me lanzó uno de mis vestidos a la cara —¿me lo prestas? No tengo ropa tan bonita como tú para ir a fiestas.
No tomaré nada.
—¡Claro!— Bianca siempre tomaba mis cosas aunque le dijera que no. Sus padres no podían permitirse vestidos de marcas costosas.
No tomaré nada.
Horas más tarde me encontraba con un ajustado vestido rojo de lentejuelas, bailando junto a Bianca en la pista. No había tomado nada más que agua mineral, como me lo había prometido.
Estaba orgullosa de mí.
—Voy por un trago ¿quieres?— negué rodando los ojos.
—Dijimos que—
—Aguafiestas— se alejó sin escucharme, a veces no entendía por qué era su amiga.
Decidí disfrutar por mi cuenta, bailando alrededor de la pista, cuando unas manos se posaron en mi cintura. Por la emoción del momento, no me retiré, sino que seguí bailando como si mi vida dependiera de ello.
—Que bien te mueves, chiquita. Soy Brett, un gusto— habló en mi oído con un acento extraño y me aparté.
—Permiso— intenté separarme, pero no me dejó.
Olía a marihuana. Aspiré con fuerza.
—¿A dónde te vas y por qué tan pronto?— me giró, dejándonos cara a cara —¿Eh, Adabelle?
—¿Cómo sabes mi nombre?— pregunté alarmada, comenzando a buscar a Bianca.
—Cuando algo me interesa, me gusta estar bien informado, y tú, chiquita, me interesas muchísimo.
—¡Aléjate de mí! ni siquiera te conozco.
—Podemos conocernos cuando quieras— me tomó por las muñecas jalándome en su dirección, me aparté mareada, olía a whiskey, mi favorito.
No tomaré nada.
—No, gracias, permiso.
—Sé de tu problema— me detuve en seco —sé que vas bien con la rehabilitación, así que no deberías temer. ¿Qué te parece si te invito un trago y un porro y platicamos?
—No.— Intenté soltarme de su agarre, pero no pude.
—Vamos, sólo uno.
Sólo uno.
ESTÁS LEYENDO
Cuando dejes de amarme ©
RomanceUn hospital psiquiátrico, un trato que cumplir y dos corazones buscando consuelo. A veces, el amor llega cuando menos lo esperas, en un segundo, en un susurro, tan sigiloso como el viento. Hades y Ada aprenderán que se puede encontrar el amor en d...