Capítulo 10: El lado positivo

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Débora no pudo evitar soltar un suspiro romántico una vez que logró entrar a la casa de Marlene, mientras recordaba el beso que se dio con Emir. Nunca creyó que llegaría tan lejos y por alguna razón se sentía mucho más feliz de lo que esperaba. Era como si todos sus problemas de improviso dejaran de tener importancia y todo se haya transformado en un paraíso en el que podría quedarse para siempre. 

Emir tenía algo que revolucionaba su ser con todas sus fuerzas, como si tuviera un imán que la pudiera atraer no importando cuán lejos estuviera. La chica intentó volver en sí. ¡Ella lo acaba de conocer! No podía pensar en él de aquel modo todavía. ¿Qué si era un criminal como las demás personas que vio en la fiesta? No, no podía ser. Emir seguramente era un buen chico. Se veía así por lo menos. No parecía alguien a quien le gustara cometer delitos ni nada parecido. Él solo quería abrir un bar de shisha. Nada de otro mundo. No obstante, sabía que si su madre supiera que se metía con un chico con esas ambiciones en su vida, no la apoyaría en lo absoluto. Ella era muy estricta en ese sentido. Prefería que su hija estuviera soltera por muchos años a que se metiera con un tipo que, según ella, no estuviera a sus alturas.

Débora pensaba de una forma parecida. No le gustaban los chicos flojos ni inmaduros y no se podía imaginar estar con alguien que no tuviera ninguna ambición. Emir se veía distinto. Él luchaba por su objetivo, viajó de Afganistán a Europa y se esforzaba por terminar la secundaria a pesar de que no sabía hablar el alemán perfectamente. Aquello era algo admirable. Y eso le gustaba. Lo que no le gustaba era que él fuera a esa clase de fiestas y que quería abrir un bar de shisha. Pero viéndolo de una forma global, eran solo detalles...

La joven se encaminó hacia el cuarto de Marlene, pero paró en seco cuando vio luz en la sala de estar y se dio cuenta de quiénes estaban esperándola en el sofá. 

Casi dio un brinco de susto al ver a los padres de Marlene sentados junto a su propia madre, quien tenía una expresión que daban ganas de salir arrancando. Marlene y Catita ya se encontraban sentadas en los sillones que estaban al frente y tenían una expresión de culpabilidad en su rostro.

-Hija, ven aquí de inmediato -dijo Elsa con tono frío en cuanto la vio entrar. 

Débora no tuvo más remedio que ir hacia donde estaban los demás, con los hombros levemente encogidos. Sabía que estaba en serios problemas.

-¿Qué haces aquí, mamá? -preguntó sorprendida una vez que los alcanzó.

Su madre la miró con los ojos a punto de echar chispas.

-Como ya sabes, tengo una muy buena intuición y decidí venir a ver si les iba bien con el estudio, pero al enterarme de que no se encontraban en la casa desde hace horas y que nadie sabía de su paradero, decidí quedarme acá junto a los padres de Marlene a esperar su regreso. Como podrás imaginarte, fue una muy linda experiencia ahora que tu hermano está desaparecido y tu padre está desesperado por encontrarlo. Que tú también desaparezcas es justo lo que nos faltaba.

-Mamá, lo siento, yo...-comenzó a disculparse Débora, sin embargo, su madre alzó una mano para que se callara.

-No quiero escuchar una explicación ahora. Ya me la darás después. Ahora sal de aquí, que nos vamos a casa.

-Disculpa, señora De la Corte, la culpa fue mía -intervino Marlene de inmediato, haciendo que Elsa girara su cabeza hacia ella para mirarla sorprendida.

-¿De qué estás hablando, Marlene?

-Yo fui quien convenció a Débora para ir a una fiesta. Lo hice con la idea de que podríamos encontrar pistas sobre el paradero de su hermano, ya que él frecuentaba esas fiestas a menudo.

Entre callejones y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora