Capítulo 6: Oficialmente desaparecido

6 0 0
                                    


Max se había quedado en la cocina después de que Elsa subió enojada al segundo piso. En otras ocasiones la habría seguido para suplicarle su perdón, sin embargo, en ese momento no tenía las fuerzas necesarias para ello. Todos sus pensamientos se concentraban en Abel y le preocupaba que aún no haya tenido noticias de Débora. Ya le había escrito como tres veces por WhatsApp, pero ella no se había conectado desde que se fue. Él esperaba ansioso que todo estuviera bien, aunque su instinto le decía lo contrario. 

Cuando sonó su celular, Max lo tomó de inmediato y contestó sin siquiera mirar a la pantalla primero para ver quién le llamaba.

-¿Aló?

-Hola, Maxie. ¿Aún no has sabido nada de nuestro polluelo mayor? -era Eloísa. 

Max se sintió tonto. Era obvio que ella también estaba muy preocupada por Abel y él casi ni había pensado en ella.

-No, Eloísa. Nada aún.

-No puede ser... -la voz de su ex esposa sonaba cansada y devastada-. Creo que hay que llamar a la policía, Max. He llamado a Yaritza y ella dice que tampoco sabe nada. Incluso dijo que él abandonó la casa el viernes y que no ha sabido nada de él desde entonces.

Max creyó no haber escuchado bien.

-¿¡Qué!? -exclamó-. ¿Por qué mierda esa pendeja no fue capaz de decírnoslo antes?

-Calma, Maxie... Ella no tiene la culpa, ellos tuvieron una pelea como muchos novios y él se fue de la casa. Es algo que sucede todos los días.

-Pero al menos nos lo podría haber contado -Max soltó un largo suspiro y se llevó una mano al entrecejo, mientras cerraba sus ojos.

-Sí, lo sé, pero ella no se imaginó que desaparecería de esa forma. Ay, estoy tan angustiada, Max. Tengo miedo de que esta vez sea algo serio...

-Yo también, Eloísa -contestó el hombre apenas en un susurro. Sin darse cuenta, lágrimas habían empezado a brotar de sus ojos. 

Fue en ese momento en que la puerta de entrada se abrió, dando paso a una despeinada y derrotada Débora, acompañada de Italia, quien tampoco tenía una expresión muy alegre. Su repentina aparición hizo que Max casi diera un brinco.

-Te llamo más rato, que Débora acaba de llegar -le dijo él a Eloísa inmediatamente después.

-Está bien -dijo Eloísa con voz agotada-. Hasta luego, Maxie.

Dicho esto, Max colgó y levantó la vista hacia los recién llegados.

-Me alegro que al menos ustedes estén bien -dijo con los ojos aún llorosos-. Hija, te he escrito como tres veces. ¿Por qué no estuviste atenta al teléfono?

-Lo siento mucho, papá -se disculpó la chica-. No había manera de contestar. Yaritza estuvo con nosotros en casi todo el tiempo.

-¿Y eso qué tiene? Estaba súper preocupado por ustedes.

Débora e Italia se intercambiaron una mirada cómplice, como acordando entre ellos si debían contarle sobre las sospechas sobre Yaritza o no. Al final la mirada de Italia le indicó a Débora que de ninguna manera debía contarle sobre ello a Max.

-La verdad es que no mucho -mintió Débora entonces-. Papá, te tengo malas noticias. Abel abandonó la casa...

-Ya lo sé -la interrumpió su padre con voz abatida-. Eloísa me acaba de llamar. Ella también habló con Yaritza.

-¿De verdad? -inquirió Italia sorprendido.

-Sí. Hemos decidido que llamaremos a la policía. Abel ya lleva demasiado tiempo desaparecido.

Entre callejones y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora