Capítulo 13: Un escondite casi perfecto

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Débora no podía parar de sonreír una vez que llegó a su casa. La tarde con Emir fue una de las mejores tardes que había tenido en su vida y lo mejor de todo es que los sentimientos que tenía por él eran recíprocos. 

Mientras abría la ventana para entrar a su cuarto, pensaba en que Emir era el hombre con el que ella siempre había soñado. Era atento, cariñoso, guapo y tranquilo. Se esforzaba por hablar alemán con ella y más encima la consentía con comida cocinada por él mismo. Era demasiada perfección para creer aún que era real. Pero lo era, y Débora no podía creer en su suerte.

Una vez que logró entrar, la chica vio con alivio que sus padres no se habían dado cuenta de su ausencia. El peluche que había metido en su cama seguía intacto y la luz estaba apagada, lo cual indicaba que todo estaba en orden.

Sin duda, la tarde no podía culminar de mejor forma. 

...

Débora sentía un gran alivio de que su madre haya levantado su castigo. El tener que salir a furtivas de nuevo para ir a la fiesta sorpresa para Yaritza la tenía bastante estresada. Lo único que la apenaba un poco es no tener su celular, pero por suerte Italia tenía el suyo. Si necesitaba uno urgente, él de seguro le prestaría el suyo. 

Cuando Débora se dispuso a salir, su madre la miró bastante sorprendida.

-Apenas levanto tu castigo y ya quieres salir. Vaya vida llevas últimamente.

-Solo voy a juntarme con Italia -respondió la chica. Ni siquiera había alcanzando a despedirse de su madre y ella ya hacía sus comentarios, pensó.

-Es solo que me sorprende lo activa que estás en los últimos días. Eso no es propio de ti -dijo Elsa con tono suspicaz-. ¿Tiene algo que ver con el chico misterioso que conociste?

-No, para nada... Solo se trata de Abel. Necesito distraerme de todo lo que está ocurriendo.

Elsa observó a su hija por unos segundos y luego asintió.

-Vale. Distráete un poco, pero siempre con cuidado. Ya sabes... 

-Eso haré. 

-¿Y adónde van, si puedo saber? -la madre de Débora no podía estar tranquila hasta saber todos los detalles.

-A la casa de Yaritza. Iremos a hacerle compañía.

Al ver que su madre la miraba con los ojos entrecerrados, Débora replicó:

-Puedes confiar en mí má, no es necesario que llames a Yaritza para preguntarle si estoy en su casa o no.

Elsa asintió y luego se despidió de su hija.

-Cuídate, hasta luego.

Débora se despidió de su madre también y después se encaminó hacia la puerta. Su padre no estaba en la casa aún, ya que se había juntado con su mejor amigo Rafael, un señor de setenta años que lo acompañaba desde su juventud. 

Italia ya la estaba esperando en la casa de Yaritza y se sorprendió de lo temprano que llegó la joven.

-Me levantaron el castigo -explicó Débora con una sonrisa triunfal.

-¿Cómo lo lograste? ¿Imitaste mi encantadora personalidad persuasiva? -preguntó el rubio con una sonrisa divertida, mientras se pasaba una mano por su brillante cabello.

-No era necesario. Mis padres lo decidieron por sí mismos.

-Vaya, parece que los berlines estuvieron mucho mejor de lo esperado.

-Presumido -rio Débora. Entonces se fijó en los globos que Italia había colgado por toda la casa de Yaritza y en la mesa del living, donde el rubio puso algunos tragos y comida para picar-. Veo que te tomas bastante en serio la fiesta.

Entre callejones y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora