Capítulo 2: Alex

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Es inentendible cómo la gente sobrevive a la ciudad, al ruido de los coches, las multitudes, los embotellamientos. Correr hacia un lado, mirar el reloj, seguir corriendo; responder el celular, chocar contra alguien y seguir corriendo. Tanto apuro…y nadie llega a ningún lado. Corren como si por llegar tarde a algún lado fueran a morir y olvidan que al correr se pierden detalles importantes.

—¡Ey! ¡Fijate cómo cruzas!

Y allí está Alex. Corriendo.

—¡Hermano! No te encontré anoche en la fiesta, te fuiste con alguna chica, ¿verdad? —Guido lo recibió con un abrazo y su clásica sonrisa.

—Já, no exactamente. Tú te fuiste con una chica, me dejaste borracho y acabé en el  hospital.—Alex vio su rostro empalidecer pero no iba a perder oportunidad de recordarle lo mal amigo que era. Si en un incendio tuviera que elegir entre salvar a una fémina desconocida o a su amigo, la salvaría a ella sin dudarlo un segundo. Rápidamente el color volvió a la cara del pelirrojo y siguió la charla muy tranquilo.

—No moriste así que tan mal no estabas.

Puto Guido.

Ambos se sentaron en el sofá del living, el mismo sofá en el que se sentaban a jugar a los videojuegos cuando eran pequeños. Alex recordó esto al ver los controles de la consola en el sofá y sonrió.

—¿Conque volviendo a los viejos vicios, eh? —dijo levantando un control.

—Mira lo que encontré. —Se acercó al mueble de la televisión y regresó con una consola entre las manos. —La Family, hermano, tenía que ver si seguía funcionando.

—¿Y funciona?

Guido asintió mordiendo su labio inferior y en menos de dos minutos ambos gritaban y se empujaban mientras jugaban una carrera de autos.

—Canalla. Si no me chocabas te ganaba.

—Alexander, me extraña que a estas alturas aún pienses que tienes chance de ganarme en esto. Soy el mejor, reconócelo. —Un almohadón se estrelló contra su cara y ambos rieron.

—Oye, estás bien, ¿verdad?, por lo del hospital digo.

—Sí, no fue nada. Creo que hace rato no salíamos y me desacostumbré a tomar alcohol.

—Déjame decirte que tu “yo” de quince años estaría bastante decepcionado de ti. ¡Veinticuatro años y ya no aguantas una fiesta!

Alex rió. Guido y él no solo habían sido compañeros de videojuegos sino también de fiestas durante su adolescencia. ¡Y vaya fiestas!

—Vi a Emma.

—¿Emma? ¿Nuestra Emma?

Alex levantó ambas cejas cuestionando la “posesión” de su amigo.

—Alex, tu entiendes… en fin, ¿esa Emma?

—Sí, Emma Pivoty. Ella me acompaño al hospital.

Los ojos de Guido cada vez se abrían más. —No entiendo nada, ¿cómo… pero dónde?

—Estaba en la fiesta de Marco, salió y me encontró vomitando en la calle, llamó a la ambulancia y se quedó conmigo en el hospital hasta que me dieron el alta hoy a la mañana.

—¿Y qué te dijo?

—Nada, no hablamos mucho. Fue raro verla después de todo este tiempo.

El pelirrojo palmeó la espalda de su amigo sin saber qué decir.

Lo que quedó de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora